Estimados seguidores, toda la informacion aqui presentada, en forma de referencia bibliografica o como material de consulta, ha sido facilitada por profesionales expertos en agroalimentacion y profesores que dictan catedra en las diferentes unidades curriculares del PNF en Agroalimentacion de los Institutos y Colegios Universitarios donde se administra el programa.

Comite InterInstitucional PNF en Agroalimentacion

Ana Bata(IUT APURE)Coordinadora; Ana Cecilia Santiago,(IU BARLOVENTO) Secretaria Ejecutiva. El resto de los miembros son Francisco Javier Velasco(INSTITUTO AGRARIO LATINOAMERICANO); Norberto Fernández(IUT TACHIRA); Ámbar Jaimes(IUT BARINAS); Aquiles Amares( IUT TUCUPITA); Clemirde Franco(IUT CUMANA); Silia Rojas(IUT PORTUGUESA). Administracion del Blog y Colaborador: Prof.: Jose Segnini Jefe del Departamento de Investigacion y Postgrado del Instituto Universitario de Barlovento

miércoles, 12 de mayo de 2010

Que es una Agricultura Sustentable

¿ Qué Es Una Agricultura Sustentable ?



Traducido de:

Gips, T. ¿Qué es agricultura sustentable?. En: Allen, P. y van Dussen, D (eds) Perspectivas globales sobre agroecología y sistemas de agricultura sustentable. Procedimientos de la 6a. Conferencia Científica del POAM, Santa Cruz, California.



Introducción

En tanto que varios sistemas sociales, económicos, políticos y biológicos se han deteriorado, la importancia de la sustentabilidad como una meta fundamental necesaria ha recibido mayor atención en todo el mundo, desde discusiones de cómo crear una sociedad sustentable (Meadows, 1977; Clark, 1977; Coomer, 1981; Brown, 1981) hasta un enfoque de desarrollo sustentable por el Banco Mundial, las Naciones Unidas y otros organismos (Clausen, 1981; Oficina de Asuntos Ambientales del Banco Mundial, 1987). El hilo común es el interés para que estos sistemas tengan éxito y continúen en el corto como en el largo plazo.
De manera similar, la necesidad de una agricultura sustentable ha sido enfatizada en tanto que la contaminación ambiental ha ido en aumento, los riesgos de salud se han incrementado, las prácticas del control de plagas han sufrido tropiezos, las economías rurales se han deteriorado y el hambre se ha expandido. Se han formado muchos grupos para discutir estos temas, incluyendo a la Federación Internacional del Movimiento de Agricultura Orgánica (IFOAM), la cual se fundó en 1972 para promover “métodos agrícolas que sean biológica, económica y socialmente sustentables” (Besson, 1978). El tema de la primera conferencia científica internacional de organización (1977) fue “Hacia una Agricultura Sustentable” :
En 1984, la Universidad del Estado de Michigan, se convirtió en la primera universidad americana con tierras subvencionadas que auspició una conferencia importante sobre agricultura sustentable (IASA, 1984; Edens et al., 1985). “La Sustentabilidad de la Agricultura de California” fue el tema de las cinco audiencias a lo largo de California y de un simposio principal en 1986 auspiciado por la Universidad de California. (O’Keefe, 1986; UCAD, 1986). Esto llevó a la aprobación en 1986 del Acta de Investigación y Educación sobre Agricultura Sustentable, que creó a un coordinador de agricultura sustentable de tiempo completo dentro de la Extensión Cooperativa y aportó fondos para la investigación sobre agricultura sustentable (Johnson, 1986a).
Desde entonces, otros estados abrazaron a la agricultura sustentable. En 1987, Minnesota aprobó la legislación que creaba la primera Cátedra financiada sobre Agricultura Sustentable (en la Universidad de Minnesota). Wisconsin estableció un programa de agricultura sustentable por $2 millones y la Universidad de Iowa creó el Leopold Center por $1.5 millones, para agricultura sustentable (Johnson 1987b).
Las principales organizaciones religiosas, tales como la Conferencia Nacional de Vida Rural Católica (NCRLC) han dedicado publicaciones y programas a la agricultura sustentable (NCRLC, 1987). Finalmente, 27 de los líderes científicos de Norteamérica firmaron el Pesticide Action network el 5 de Junio de 1986 en la Declaración de Ottawa” en apoyo a “los métodos agrícolas sustentables (PAN 1986).
En tanto que el uso del término agricultura sustentable se ha difundido, se ha vuelto importante tener una definición clara. Este documento proporciona una definición ampliamente aceptada de agricultura sustentable, discute sus cuatro componentes esenciales, examina la sustentabilidad de los sistemas tradicionales y convencionales y menciona varios enfoques sustentables.

Definiciones De Agricultura Sustentable

De acuerdo al diccionario Webster, “sustentar” significa “mantener en existencia, proseguir, mantener o prolongar; proveer subsistencia o alimentación para” (Guralnik, 1978). Desafortunadamente, hay pocos términos en otros idiomas que traduzcan plenamente su significado.
Se han proporcionado varias definiciones para lo que constituye una agricultura sustentable, desde un enfoque estrecho sobre producción o economía hasta la incorporación de la cultura y la ecología (UCAD 1986; Douglas 1984; O’Keefe 1986; Altieri 1983; Hill 1985b; Vogtmann 1984; Rodale 1983a). Una de las primeras definiciones fue proporcionada por Fisher (1977) en la conferencia del IFOAM en 1977. Él señaló ocho componentes básicos para la sustentabilidad: el dinamismo sistémico, la armonía con la naturaleza, la diversidad, los recursos renovables, involucramiento personal, nutrición, comunidad y estética. También hizo notar que se podrían agregar implicaciones económicas.
El poeta/agricultor Wendell Berry ha combinado muchas de estas ideas en su definición: “Una agricultura sustentable no agota al suelo ni a la gente” (Jackson 1984). El mismo concepto simple, pero elegante también puede expresarse como: una agricultura sustentable nutre a la gente y a todo el agroecosistema. Douglass (1986) ha tratado a la economía, a la ecología y a la comunidad como tres componentes de una agricultura sustentable.
Muy frecuentemente, la “sustentabilidad” ha sido enfocada sólo como la progresiva capacidad productiva de un sistema (Conway 1986; Geisler 1984). La Agencia Alemana para la Cooperación Técnica (GTZ) ha tratado de crear una “agricultura autosustentable” con el propósito de “establecer una alta y duradera productividad y por lo tanto, conservar o restablecer un ambiente ecológico bien balanceado” (Kotschi 1986).
A través del tiempo, ha surgido una definición que unifica estos elementos diversos en una definición de trabajo ampliamente adoptada y comprensiva: una agricultura sustentable es ecológicamente sana, económicamente viable, socialmente justa y humana (Gips 1984a). Esta definición, que es usada por un número cada vez mayor de investigadores, agricultores, políticos y organizaciones mundiales, establece claramente cuatro metas esenciales o criterios para la sustentabilidad que pueden ser aplicados, tanto en el corto como en el largo plazo, a todos los aspectos de cualquier sistema agrícola, desde la producción y comercialización hasta el procesamiento y consumo. Más que imponer cuáles métodos y cuáles no pueden ser usados, esta definición establece cuatro estándares básicos a través de los cuales las prácticas y condiciones agrícolas ampliamente divergentes pueden ser evaluadas y modificadas, si es necesario para crear sistemas sustentables. El resultado es una agricultura diseñada para durar.
Muchos aspectos de estos conceptos han sido previamente elaborados, como en una editorial de Science en 1978, que buscaba tecnologías “que fuesen económica, social y ecológicamente sanas” (Wittwer 1978). Sin embargo, ha habido necesidad de unificar estas ideas en un concepto único, holístico.
Para dilucidar más tal concepto, podría ser de utilidad para los economistas y para otros, percibir al sistema en términos de un modelo de programación lineal. El modelo buscaría optimizar la sustentabilidad del sistema en general, lo que estaría determinado por el grado en que pudiera satisfacer las cuatro metas mencionadas. Las metas estarían representadas por un mínimo de restricciones que el sistema debería satisfacer para ser sustentable. Una vez que las restricciones mínimas fuesen satisfechas, el sistema buscaría producir la mezcla de las cuatro que rindieran la mayor sustentabilidad. Naturalmente, una medida común de sustentabilidad tendría que ser determinada monetariamente o de otra manera.
Debe hacerse una aclaración acerca de un mal entendido pequeño pero significativo del término “agricultura sustentable”. Se ha hecho la afirmación de que implica sostener “el nivel actual de efectividad agrícola” (Rodale 1983b). Sin embargo, antes que sostener el actual sistema o un nivel estático en un momento dado, una “agricultura sustentable” representa una meta última, sin fin, un proceso continuo cuyo logro medido de sustentabilidad en cualquier punto en particular sea sólo la base para su futuro. La naturaleza no es estática. Es decir, la agricultura sustentable debe ser dinámica, no dormir nunca en sus laureles.

Principios De Una Agricultura Sustentable Solidez Ecológica

El primer criterio para la sustentabilidad es que el sistema sea ecológicamente sólido o “saludable... completo y en buena condición” (Giralnik 1978). Esto se aplica a la vitalidad de todo el agroecosistema, desde humanos y plantas hasta la vida silvestre y organismos terrestre. El naturalista Aldo Leopold (1984) resumió este concepto de manera muy simple: “Algo es correcto cuando tiende a preservar la integridad, estabilidad y belleza de la comunidad biótica. Es incorrecto cuando tiende a hacerlo de otra manera”.
Hay dos componentes necesarios para lograr un agroecosistema integral, saludable. Ambos están basados en procesos biológicos básicos en la naturaleza: autorregulación y eficiencia de recursos (Harwood 1985). Para lograr la autorregulación y la estabilidad resultante, es esencial la diversidad de especies (Ehrlich 1981). Debe darse atención especial para garantizar la salud del suelo, precondición para plantas saludables. La salud del suelo es lograda por prácticas tales como las rotaciones balanceadas de cosechas, siembras de abono, adición de biomasa y rhizobacterias, prácticas adecuadas de cultivos y correcta administración del agua.
También es importante mantener la salud de la flora y fauna circundantes. Una vez más, la diversidad de especies es crítica, como lo son el habitat adecuado, las variedades selectas y el uso de prácticas policulturales. Hill (1985b) ha pugnado por el rediseño de sistemas que sean capaces de resolver internamente sus problemas de plagas, en vez de hacerlo a través de intervenciones externas. Porque “no podemos hacer solamente una cosa” en los sistemas ecológicos debido a su naturaleza interdependiente (Hardin 1969). se prefiere el “concepto intensivo” de control de plagas que utiliza un rango de estrategias seleccionadas cuidadosamente a los enfoques simplistas químico-intensivos que emplean pesticidas no específicos que pueden desordenar todo el agroecosistema.
Una agricultura ecológicamente sólida también debe ser eficiente en recursos para conservar los recursos escasos, evitar la toxicidad del sistema y reducir los costos de insumos. El sistema debe estar basado bioregionalmente y diseñado con ciclos de recursos cerrados o circuitos cerrados, de manera que la energía y los nutrientes sean reciclados y no se pierdan, con énfasis en los recursos renovables que permitan mayor autoconfianza. Un sistema estructurado adecuadamente utiliza óptimamente todos los recursos disponibles, incluyendo abono verde, árboles de leguminosas, plantas perennes, hierbas, abono compuesto y tecnología apropiada tal como molinos de viento, bombas de energía solar y digestores de metano.
Un sistema ecológicamente sano no sólo será capaz de adaptarse, crecer y continuar a perpetuidad, sino que su salud será la base para la salud de todas sus partes, incluyendo a los humanos. El agroecosistema deberá producir plantas florecientes y nutritivas que alimenten a los humanos en todos aspectos: física, mental y espiritualmente.

Viabilidad Económica

La segunda prueba para una agricultura sustentable es que sea económicamente viable, o sea “capaz de echar raíces y crecer” (Guralnik 1978). Una economía viable es aquella que es “factible, con probabilidad de sobrevivir, o que tenga un significado verdadero...” (op. cit.). Por lo tanto una economía tal, debe poder mantenerse por sí misma y crecer tanto a corto como a largo plazo.
Es esencial para esta perspectiva que haya una ganancia neta positiva o por lo menos un balance en términos de recursos gastados y retribuidos. La ganancia debe ser suficiente para garantizar la mano de obra y los costos involucrados. Si hay una fuga de utilidades, el sistema no continuará.
Por supuesto, la manera como se determinen los egresos y los ingresos debe basarse en los valores relativos de quienes los evalúen. Aun más, habrá criterios discrepantes dependiendo del tipo de economía en el que funcione la granja. En una economía de subsistencia, por ejemplo, el agricultor tradicional debe producir alimentos suficientes para satisfacer las necesidades de su familia dentro de una determinada restricción de fuerza laboral y de recursos. Una economía capitalista monetiza todos los insumos y la producción de modo que la viabilidad con frecuencia es medida en términos de utilidad neta sobre el capital invertido. Una economía socialista, generalmente cuantifica todos los recursos utilizados y determina la viabilidad con base en la utilidad neta sobre el uso total de recursos, incluyendo tanto criterios financieros como sociales.
Son esenciales para el entendimiento de la viabilidad económica, los riesgos relativos, el financiamiento adecuado, el grado de explotación y otros factores subjetivos, como la seguridad familiar, la satisfacción personal y la salud. Los modelos economicistas tienden a ignorar los factores cualitativos y sólo valoran aquellos que pueden ser cuantificados.
Finalmente, hay costos adicionales y subsidios, a menudo ocultos, que no se toman en cuenta para determinar la viabilidad económica. Los costos externos, o “externalidades”, generalmente no son considerados en la toma de decisiones porque su determinación es difícil. (Langham 1969). También son ignorados numerosos subsidios que hacen parecer económicamente viable a una práctica agrícola determinada, tal como el uso de un pesticida subsidiado por el gobierno (Repetto 1985), investigación agroquímica, esfuerzos extensionistas, programas de aspersión (van den Bosch 1978), y esquemas de irrigación masiva. Evidentemente, es necesario un nuevo sistema contable para garantizar que las prácticas son en verdad económicamente viables.

Justicia Social

El tercer requisito para una agricultura sustentable es que sea socialmente justa, o “equitativa ... justa o correcta” (Guralnik 1978). Muy sencillamente, el sistema debe garantizar que los recursos y el poder sean distribuidos equitativamente para que todas las necesidades básicas estén satisfechas y garantizados sus derechos.
Este estándar es frecuentemente pasado por alto, a menudo porque una evaluación de poder, privilegio y explotación es considerado un tema incómodo.
Como dijo el Dr. Martin Luther King (1963) “La injusticia en cualquier lugar es una amenaza contra la justicia en todas partes”. Hay dos componentes esenciales de la justicia social: control equitativo de recursos y participación plena. Con respecto a la primera, el acceso a la tierra es necesario para que una mayoría de la población del mundo escape a la pobreza y cultive los alimentos que requiere. Tan importante como la equitativa tenencia de la tierra es la disponibilidad de recursos adecuados para lograr el éxito en este esfuerzo, incluyendo capital, asistencia técnica y oportunidades de mercado. Al mismo tiempo deben ser reconocidos los derechos de los agricultores sin tierra y de los pobres urbanos. Esto requiere salarios justos, el derecho a organizarse, un ambiente de trabajo seguro, condiciones de vida adecuadas y el derecho a alimentos nutritivos y saludables.
El segundo componente esencial de la justicia social es la capacidad de la gente para participar en las decisiones vitales que determinen su vida. Ya sea en el campo o en la casilla de votación, la participación total de toda la gente debe estar garantizada. Este derecho es particularmente importante en el caso de las mujeres, de los indígenas y de otros que han sido históricamente discriminados y excluidos del proceso de toma de decisiones. Además, los trabajadores agrícolas deben tener el derecho de organizarse y el público debe poder participar en las instituciones dominantes de la sociedad.
En algunos casos, deben ser establecidas nuevas estructuras organizativas que permitan una mayor participación. Las cooperativas por ejemplo, están basadas en un conjunto de principios que garantizan el reconocimiento de los derechos básicos incluyendo el voto democrático y la propiedad compartida. No sólo es necesaria una mayor democracia, sino que fundamentalmente, una agricultura sustentable requiere de un cambio a una economía equitativa o democrática (Dird 1986, Lappe 1986, 1987).

Humanidad

El cuarto y último requisito para la sustentabilidad es que sea humana o “que tenga las que se consideran mejores cualidades de la humanidad”: gentil, tierna, caritativa, compasiva, etc. (Guralnik 1978). Más frecuentemente, el término es aplicado a la manera en que tratamos a los animales. Si bien éste es un elemento verdaderamente importante, una agricultura humana debe personificar los más altos valores humanos en todos los aspectos, desde el respeto a la vida hasta la protección de diversas culturas. El Dr. Albert Schweitzer, ganador del Premio Nobel, enfatizaba que “el respeto a la vida” es condición básica para los ideales de la civilización, incluso para su propia vida (Schweitzer 1949). Mientras que los seres humanos evidentemente viven una relación interdependiente con los animales, con demasiada frecuencia, los animales son vistos sólo como objeto de explotación. Una agricultura humana debe estar basada en el respeto fundamental a los animales y el reconocimiento de sus derechos (Regan 1983).
Igualmente importante es que los más altos valores se apliquen también a la interacción de los seres humanos. La dignidad fundamental de todos los seres humanos debe ser reconocida, y tanto las relaciones como las instituciones, deben incorporar valores humanos básicos como confianza, honestidad, respeto, dignidad, cooperación, confianza en sí mismos, compasión y amor. Para que una agricultura sea sustentable, la integridad cultural de su sociedad debe ser preservada y nutrida. Las raíces culturales son tan importantes para la agricultura como las de las plantas. Sin comunidades fuertes y culturas vibrantes, la agricultura no florecerá (Berry 1977).
Pero representar los más altos valores humanos requiere aún más. El poeta agricultor norteamericano Wendell Berry ha dicho “una agricultura que es completa nutre a la persona entera, cuerpo y alma. No vivimos sólo de pan.” (Berry 1985). La música, el arte, la poesía, la literatura y la danza son todas integrantes de tal nutrimento, del mismo modo en que lo es la estética del paisaje agrícola. El agricultor filósofo japonés Masanobu Fukuoka ha compartido una noción relacionada “la meta última de la agricultura no es el cultivo de cosechas sino el cultivo y la perfección de los seres humanos” (Fukuoka 1985b).
Tanto Berry como Fukuoka resaltan que el desarrollo personal en todos aspectos es esencial para una agricultura saludable. Ellos ven a la agricultura no sólo como un trabajo sino como una disciplina personal y un sendero espiritual. Para muchos, hay una conexión sagrada con la tierra o con los altos poderes a través de la agricultura.
La sustentabilidad de la agricultura tradicional y convencional.
Esta sección examina tanto los sistemas agrícolas tradicionales (o de bajos insumos externos) como los convencionales (de insumos externos altos o, industrializados) para evaluar qué tan bien satisfacen éstos, cada uno de los cuatro criterios.

Solidez Ecológica

El examen de los sistemas agrícolas tradicionales muestra que muchos, particularmente aquellos que han permanecido intactos y han escapado a interferencias externas, son ecológicamente sólidos. Tienden a combinar altas especies, diversidad estructural y temporal, ciclos de nutrientes y flujo de energía eficiente y una intrincada complejidad de interacciones biológicas (Gliessman 1984). Estos sistemas son proclives a utilizar variedades resistentes de cultivos
tradicionales, rotación de cultivos, plantíos de mayor densidad, siembras intermedias, tracción animal y control natural de plagas. Además hay beneficios que surgen naturalmente de sus diversos agroecosistemas, muchos de los cuales sólo ahora están comenzando a entender los científicos, tales como los efectos alelopáticos y de fijación de nitrógeno de ciertas plantas (Gliessman 1983).
Sin embargo, aunque hay muchos ejemplos bien documentados de sistemas agrícolas tradicionales que son ecológicamente sólidos, otros se han vuelto insustentables. La decadencia de importantes civilizaciones como la Maya y la Mesopotamica ha sido atribuida a prácticas agrícolas tradicionales destructivas y la devastación está aumentando en muchos países en desarrollo debido a la deforestación, la desertificación, la erosión, la salinización y a la pérdida de germoplasma (Brown 1981). Agregada a tales presiones biológicas está una creciente población que cuando se apareja con una limitada tenencia de la tierra se convierten en restricciones institucionales, que con frecuencia fuerzan el uso de la tierra más allá de su capacidad de resistencia.
Basada sólo en las estadísticas de producción, la situación parece mucho mejor respecto de la agricultura convencional, industrializada o, de altos insumos. La producción se ha expandido incluso por encima de la capacidad de exportación y de almacenamiento. Sin embargo, tales apariencias son engañosas. Enmascaran problemas crecientes de medio ambiente y de salud pública, la resistencia creciente de las plagas, la necesidad de aumentar los insumos debido a la productividad decreciente y a la compactación de los suelos. Evidentemente estos sistemas deben ser transformados para hacerlos ecológicamente sólidos.

Viabilidad Económica

Sin tomar en cuenta el tipo de sistema económico, la granja debe “ser capaz de echar raíces y crecer.” La viabilidad histórica de los sistemas tradicionales es señalada por el hecho de que hay todavía millones de granjas tradicionales que actualmente comprenden a la mayoría de las granjas del mundo. Sin embargo, aunque muchas de estas granjas continúan siendo exitosas, la viabilidad económica de la mayor parte de ellas está siendo tensionada por una variedad de presiones externas e internas que van desde los precios en el mercado mundial de artículos de primera necesidad y las políticas gubernamentales, hasta prácticas agrícolas pobres y la propiedad inequitativa de la tierra. Muchos agricultores del tercer mundo ya no son capaces de sobrevivir y deben dejar sus tierras para mudarse a las atestadas áreas urbanas.
De manera similar, un número creciente de agricultores en países industrializados ha ido a la bancarrota y ha tenido que abandonar la agricultura. Entonces las economías rurales claudican, seguidas por sus comunidades.
Aun más, la celebrada productividad del sistema disfraza enormes subsidios y costos ocultos. En sólo poco tiempo, la agricultura industrializada casi ha extinguido al “capital principal” de la naturaleza por medio del agotamiento de millones de años de energía fósil, la erosión del suelo fértil que requiere de miles de años para formarse y la perdida de invaluable germoplasma con siglos de evolución. Al mismo tiempo, la agricultura convencional se ha endeudado a futuro transmitiendo tremendos costos ambientales y de salud pública. Estos costos incluyen la contaminación del agua, del aire, de los seres humanos, de los peces y de otra vida silvestre con agroquímicos; la sedimentación, el agotamiento de la tierra y la salinización de las reservas acuíferas; el impacto global causado por la pérdida de bosques tropicales y la resistencia bacteriana a los antibióticos.
Por tanto, en un tiempo muy corto, la agricultura convencional ha extinguido gran parte de los recursos no renovables del mundo, amenazando al mismo tiempo con la destrucción de los recursos renovables. Si la agricultura convencional tuviera que responder por todos los costos y subsidios antes mencionados no sería considerada económicamente viable. Sólo puede continuar ocultando sus verdaderos costos y transmitiéndolos a las futuras generaciones.

Justicia Social

Históricamente, los sistemas tradicionales han tenido un patrón mixto de justicia social. Mientras que muchos negaban los derechos básicos de las mujeres, incorporaban algunos aspectos de justicia social, incluyendo la toma de decisiones comunitaria, el trabajo compartido y el acceso a las tierras comunales. Sin embargo, con la incursión de fuerzas externas, el poder fue tomado por corporaciones, gobiernos y élites acaudaladas. El triste resultado es que hoy, en la mayoría de los países del tercer mundo el 80% de la tierra es controlado por sólo el 3% de la población (Church World Services 1985).
La gente pobre raramente es consultada respecto de proyectos de desarrollo importantes y a las mujeres en particular, por lo general, se les niega cualquier papel en la toma de decisiones. Las mujeres reciben solamente el 10% del ingreso mundial y poseen sólo el 1% de la propiedad del mundo a pesar de que trabajan el 66% del total de las horas laborables (Oxfam, USA 1985.
Tanto en los países tradicionales como en los industrializados, los trabajadores agrícolas a menudo son explotados y expuestos a condiciones de trabajo peligrosas y con frecuencia sin derecho a organizarse. Un análisis mayor de la justicia social dentro de la agricultura convencional muestra que en muchos países, la política agrícola nacional está diseñada para eliminar a las pequeñas familias agrícolas mientras que aportan subsidios a grandes corporaciones agrícolas. Los agricultores y los consumidores tienen poca influencia en el establecimiento de políticas de precios o en los comités de agroindustrias.
Evidentemente, la agricultura convencional no satisface el criterio de justicia social para la sustentabilidad.

Humanismo

En muchos aspectos, las cualidades humanas están personificadas en muchas sociedades agrícolas tradicionales e incluso algunas, en países industrializados, tal como la Native American and the Amish. En contraste, la transición a una agricultura convencional ha significado el sacrificio de muchos de estos valores. Los animales han sido sujetos a condiciones inhumanas, en “fábricas agrícolas” como, en las que las gallinas ponedoras yacen hacinadas en pequeñas jaulas alineadas en batería, los terneros se mantienen encerrados en establos individuales y oscuros, alimentados con dietas anémicas y los cerdos confinados en construcciones insalubres y son atiborrados de antibióticos para garantizar una ganancia extra de peso (Mason 1985; Mason and Singer 1980). Mientras que países como en Suiza han prohibido las jaulas alineadas en batería, y han legislado sobre otras reformas, las prácticas inhumanas aún persisten en todo el mundo.
La sustitución creciente del término “agricultura” por el de “agronegocio” refleja un cambio fundamental hacia una economía monetizada en la que todo, incluyendo los seres humanos, le es asignado un determinado valor monetario. Estos “insumos” son considerados sacrificables y reemplazables. En lugar de estimular un sentido de comunidad, tal sistema lleva al incremento de un sentido de competencia, de aislamiento y de alienación. Al colapsarse las sociedades rurales, se pierden sus valores que forman la “columna vertebral” de la sociedad en su conjunto. Sin esa columna vertebral la sociedad no es ni humana si sustentable.
En resumen, el análisis de los cuatro criterios para la sustentabilidad indica que tanto la agricultura tradicional como la convencional, contienen fallas básicas que actualmente las hacen insustentables. Pero ¿ hay una alternativa viable ?

Un Nuevo Fundamento Común : Agricultura Sustentable En Teoría

La agricultura sustentable ofrece la posibilidad de un nuevo fundamento común. Además de su definición que proporciona un conjunto de metas o estándares esenciales, el término agricultura sustentable también es usado como un paraguas bajo el que caven varios y diferentes sistemas y prácticas agrícolas que buscan englobar los criterios en diferentes grados. El concepto no es parcial hacia ningún sistema agrícola en particular. Antes bien, busca garantizar que todos los temas agrícolas satisfagan los cuatro principios básicos de la sustentabilidad. Si un enfoque no satisface uno o más criterios, está disponible un conjunto de pautas positivas para ayudar a hacer los cambios necesarios para la sustentabilidad.
Concebido en este sentido, la agricultura sustentable representa una respuesta positiva a los límites y problemas, tanto de la agricultura tradicional como de la moderna. No es ni un regreso al pasado ni una adoración de la nueva. Más bien es el equilibrio de la nueva y la vieja. Busca tomar los mejores aspectos tanto de la sabiduría tradicional como de los últimos avances científicos. Esto da como resultado agroecosistemas integrados basados en la naturaleza, diseñados para ser autoconfiables, conservadores de recursos y productivos, tanto en el corto como en el largo plazo.

En la Práctica

Hay cuando menos 30.000 agricultores utilizando prácticas sustentables en los Estados Unidos y miles más en otros países. Aunque los sistemas agrícolas sustentables representan menos del 1% de las operaciones agrícolas en la mayoría de los países industrializados, hay una sorprendente diversidad de enfoques (USA. Departamento de Agricultura 1980). Estos sistemas tienen diferentes nombres y sus prácticas aceptadas varían grandemente. Esto es en función de sus singulares historias, ubicaciones geográficas y asociaciones culturales.
Algunos de los nombres más comunes para los sistemas sustentables son : orgánico (U.S. Departamento. de Agricultura 1980; Rodale 1945; Northburn 1940; Oelhaf 1978), biológico (Gips 1984b; Deavin 1977), alternativo (Youngberg 1977, 1986), ecológico (Hill 1979; Stone 1976; Oelhaf 1978; Freeman 1980), eficiente en recursos (Rodale 1983b), de bajos insumos (o de bajos insumos externos (Manintveld 1982) o de bajos recursos (U.S.A Oficina del Congreso para la Evaluación Tecnológica 1986)), natural (Fukuoka 1985a,b), biodinámico (Gips 1984b); Steiner 1958; Koepf 1976), regenerativo (Rodales 1983a,b), y permacultural (Mollison 1978, 1979). Los primeros cuatro hacen énfasis principalmente en la solidez ecológica del sistema aunque sus promotores con frecuencia incorporan los otros principios de la agricultura sustentable. Los sistemas eficientes en recursos y de bajos insumos se enfocan aún más directamente hacia el uso de insumos naturales. Finalmente, quienes proponen los enfoques biodinámico, natural, regenerativo y permacultural , se apoyan más, sino es que en todos, los principios de la agricultura sustentable de una manera holística.
La agricultura sustentable también abarca componentes y conceptos de muchas disciplinas diferentes incluyendo a la agroecología (UCSC Programa de Agroecología 1983; Altieri 1983; Norgaard 1983; Gliessman 1986), investigación de sistemas agrícolas (ILEIA 1985; De Walt 1985), agroforestería (King y Chandler 1978; Nair 1980), y manejo integrado de pesticidas (van den Bosch 1981). Estos sistemas y enfoques son descritos en Breaking the Pesticide Habit (Gips 1987).





lunes, 3 de mayo de 2010

Curso a distancia sobre Agroecologia

Material facilitado por Ing. Agron. Soraya Rodríguez IUT Coro

MODULO I
Aspectos Filosóficos del Movimiento Agroecológicos, Conceptos, Principios y Fundamentos para el Diseño de Sistemas Sustentables de Producción. ENERO, 2010

INTRODUCCION

El Curso a Distancia sobre Agroecología nace en el contexto de una crisis teórica y práctica en el área del desarrollo agrícola en nuestro país. En términos teóricos no hay un pensamiento que armonice un crecimiento económico sostenible o sustentable con la justicia social y la distribución equitativa de los medios de productivos y los excedentes que generan. En términos prácticos, la pobreza en Latinoamérica se acrecienta diariamente y los recursos naturales se destruyen a una velocidad alarmante.
El primer objetivo del Curso a Distancia es poner la experiencia acumulada, aún dispersa y poco sistematizada, sobre manejo ecológico de los recursos productivos de los agroecosistemas campesinos, indígenas y afrodescendientes al servicio de lasn instituciones que promueven el desarrollo rural y de quienes tienen la responsabilidad de formular políticas capaces de armonizar la protección del ambiente con las exigencias del desarrollo bajo un enfoque socialista y autogestionario.
El enfoque socialista y autogestionario es un desafío que exige a las instituciones de promoción de procesos de desarrollo rural, actuar con la mayor eficacia y eficiencia posible, aprendiendo de las experiencias pasadas que han desarrollado las organizaciones populares. Una forma de acercarnos a dicho objetivo será construyendo un planteamiento sobre el desarrollo de base, que busque transformar a las comunidades campesinas en actores sociales protagónico, capaces de controlar sus recursos productivos y de integrarse críticamente a la nueva sociedad con carácter socialista. Para lograr lo anterior será indispensable contar con una propuesta tecnológica realmente apropiable por las familias campesinas, indígenas y afrodescendientes.
Consecuentes con lo dicho, el curso a Distancia sobre Agroecología dedicará grandes esfuerzos para fomentar los conceptos agroecológicos, por ser un esfuerzo científico que combina el conocimiento de las familias campesinas, indígenas y afrodescendientes, acumulados por la vía del ensayo y del error, con el aporte riguroso de las ciencias naturales.
El Curso a Distancia sobre Agroecología a través del Proyecto Escuelas Populares de Agroecología también quiere ser un foro donde se discuta el desafío institucional que implica el diseño y la implementación de estrategias de desarrollo de base que promuevan la participación y el manejo ecológico de los recursos naturales.
En el proceso de destrucción del Estado Capitalista Venezolano, para transitar hacia la construcción de un Nuevo Estado con carácter socialista y autogestionario, ha permitido redimensionar el pensamiento y así las políticas que se deben diseñar y aplicar en la comunidad rural e indígena, considerando importante la participación protagónica de las familias campesinas, indígenas y afrodescendientes. Esta responsabilidad se ha acrecentado en un contexto democrático que demanda resolver con rapidez y participación popular las necesidades básicas insatisfechas de millones de indígenas y habitantes rurales.
La magnitud de la tarea exige un esfuerzo de imaginación para articular a las Organizaciones Populares con los organismos públicos, en una lucha común contra la pobreza, que asigne tareas a cada institucionalidad, según las ventajas comparativas de cada cual. En este proceso el Curso a Distancia sobre Agroecología quiere brindar un espacio para las ideas y sugerencias.
Igualmente importante será incentivar a la Universidad Bolivariana de Venezuela a desplegar esfuerzos de investigación sobre desafíos tecnológicos pendientes; así como a asumir un papel más activo en la formación de profesionales con una conciencia ecológica y social.
Como nunca antes, vemos con optimismo la posibilidad de lograr avances en las preocupaciones que hemos planteado. La búsqueda de una agricultura respetuosa de los recursos naturales es hoy una constante a nivel mundial. La participación campesina es, por su parte, una de las exigencias para la estabilidad democrática con visión socialista. El reforzamiento de las Organizaciones populares es una condición para el crecimiento y fortalecimiento de una sociedad con carácter socialista y autogestionario. Los planteamientos del desarrollo endógeno son, sin duda, uno de los grandes temas alrededor del cual se puede construir una relación creativa entre los diferentes contextos según el municipio y/o la región.
En síntesis, aspiramos a facilitar la comprensión de la estrategia de desarrollo agroecológico desde la base, a los participantes y las participantes que acompañan a las comunidades campesinas, indígenas o afrodescendientes en su desarrollo, siendo una fuente de información, un medio de unión, de intercambio y conocimiento.
Esperamos que el Curso a Distancia sobre Agroecología sea capaz de promover un diálogo que permita construir caminos para enfrentar creativamente la lucha por la dignificación de las familias campesinas, afrodescendientes e indígenas y el mejoramiento de su calidad de vida.

TEMA Nº 1: LA EVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO AGROECOLÓGICO

Susanna B. Hecht - Universidad de California, Los Ángeles. U. S. A.

ANTECEDENTES HISTORICOS

El uso contemporáneo del término agroecología data de los años 70, pero la ciencia y la práctica de la agroecología son tan antiguos como los orígenes de la agricultura. A medida que los investigadores exploran las agriculturas indígenas, las que son reliquias modificadas de formas agronómicas más antiguas, se hace más notorio que muchos sistemas agrícolas desarrollados a nivel local, incorporan rutinariamente mecanismos para acomodar los cultivos a las variables del medio ambiente natural, y para proteger los de la predación y la competencia. Estos mecanismos utilizan insumos renovables existentes en las regiones, así como los rasgos ecológicos y estructurales propios de los campos, los barbechos y la vegetación circundante.
En estas condiciones la agricultura involucra la administración de otros recursos además del cultivo propio. Estos sistemas de producción fueron desarrollados para disminuir riesgos ambientales y económicos y mantienen la base productiva de la agricultura a través del tiempo. Si bien estos agroecosistemas pueden abarcar infraestructuras tales como trabajos en terrazas, zanjas e irrigación, el conocimiento agronómico descentralizado y desarrollado localmente es de importancia fundamental para el desarrollo continuado de estos sistemas de producción.
El por qué esta herencia agrícola ha tenido relativamente poca importancia en las ciencias, agronómica formales refleja prejuicios que algunos investigadores contemporáneos están tratando de eliminar. Tres procesos históricos han contribuido en un alto grado a oscurecer y restar importancia al conocimiento agronómico que fue desarrollado por grupos étnicos locales y sociedades no occidentales: (1) la destrucción de los medios de codificación, regulación y transmisión de las prácticas agrícolas; (2) la dramática transformación de muchas sociedades indígenas no occidentales y los sistemas de producción en que se basaban como resultado de un colapso demográfico, de la esclavitud y del colonialismo y de procesos de mercado, y (3) el surgimiento de la ciencia positivista.
Como resultado, han existido pocas oportunidades para que las intuiciones desarrolladas en una agricultura más holística se infiltraran en la comunidad científica formal. Más aún, esta dificulta está compuesta de prejuicios, no reconocidos, de los investigadores en agronomía, prejuicios relacionados con factores sociales tales como clase social, etnicidad, cultura y sexo.
Históricamente, el manejo de la agricultura incluía sistemas ricos en símbolos y rituales, que a menudo servían para regular las prácticas del uso de la tierra y para codificar el conocimiento agrario de pueblos analfabetos (Ellen 1982, Conklin 1972). La existencia de cultos y rituales agrícolas está documentada en muchas sociedades, incluso las de Europea Occidental. De hecho, estos cultos eran un foco de especial atención para la Inquisición Católica. Escritores sociales de la época medieval tales como Ginzburg (1983) han demostrado cómo las ceremonias rurales eran tildadas de brujería y cómo dichas actividades se convirtieron en focos de intensa persecución. Y no es sorprendente que cuando los exploradores españoles y portugueses de la post-inquisición emprendieron sus viajes y la conquista europea se extendió por el globo bajo el lema de "Dios, Oro y Gloria", como parte de un proyecto más amplio, existieran actividades evangelizadoras, las que a menudo alteraron las bases simbólicas y rituales de la agricultura en sociedades no occidentales. Estas modificaciones transformaron, y a menudo interfirieron con la trasferencia generacional y lateral del conocimiento agronómico local. Este proceso, junto con las enfermedades, la esclavitud y la frecuente reestructuración de la base agrícola de las comunidades rurales con fines coloniales y de mercado, a menudo contribuyó a la destrucción o abandono de las tecnologías "duras" tales como los sistemas de riego, y especialmente al empobrecimiento de las tecnologías "blandas" (formas de cultivo, mezclas de cultivos, técnicas de control biológico y manejo de suelos) de la agricultura local, la que depende mucho más de la transmisión de tipo cultural.
La literatura histórica documenta cómo las enfermedades transmitidas por los exploradores afectaron a las poblaciones nativas. Especialmente en el nuevo mundo se dieron colapsos de poblaciones muy rápidamente y de una forma tan devastadora que es difícil de imaginar. En algunas áreas hasta un 90% de la población murió en menos de 100 años (Denevan 1976). Con ellos murieron culturas y sistemas de conocimiento. Los efectos desastrosos de las epidemias caracterizaron las primeras etapas del contacto, pero otras actividades, especialmente la esclavitud asociada con las plantaciones del nuevo mundo, también ejercieron impactos drásticos en la población y, por lo tanto, en el conocimiento agrícola, hasta bien entrado el siglo XIX.
En los comienzos, las poblaciones locales eran el blanco de las incursiones para obtener esclavos, pero estos grupos a menudo podían escapar de la servidumbre. Los problemas de enfermedad en los indios del nuevo mundo hicieron que no fueran una fuerza ideal de trabajo. Por otro lado, las poblaciones africanas estaban acostumbradas a las condiciones climáticas tropicales y tenían una resistencia relativa a las enfermedades "europeas", por lo tanto ellos podían satisfacer las pujantes necesidades de mano de obra para las plantaciones de azúcar y algodón. Durante dos siglos, más de veinte millones de esclavos fueron transportados desde África a varias plantaciones de esclavos en el nuevo mundo (Wolf, 1982).
La esclavitud se impuso a la mejor fuerza laboral (jóvenes adultos, tanto hombres como mujeres) y tuvo como resultado la pérdida de esta importante fuerza de trabajo para la agricultura local y el abandono de los trabajos agrícolas a medida que los pueblos trataron de evitar el convertirse en esclavos, retirándose a lugares distantes de los traficantes de esclavos. La ruptura de sistemas de conocimientos, ocasionada por la exportación de mano de obra, la erosión de las bases culturales de la agricultura local y la mortalidad asociada a las guerras que eran estimuladas por las incursiones en busca de esclavos, fue aumentada más adelante por la integración de estos sistemas residuales a las redes mercantiles y coloniales.
El contacto europeo con gran parte del mundo no occidental no fue benéfico, y a menudo involucró la transformación de los sistemas de producción para satisfacer las necesidades de los centros burocráticos locales, los enclaves mineros y de recursos, y del comercio internacional. En algunos casos esto se logró por medio de la coerción directa, reorientando y manipulando las economías a través de la unión de grupos elítescos locales, y en otros caos de hombres claves, y por intermedio de intercambios. Estos procesos cambian fundamentalmente la base de la economía agrícola. Con el surgimiento de las cosechas pagadas y la mayor presión ejercida por ítemes específicos de exportación, las estrategias para el uso de predios rurales, que habían sido desarrolladas a través de milenios con el fin de reducir los riegos agrícolas y de mantener la base de recursos, fueron desestabilizadas. Muchos son los estudios que han documentado estos efectos (Watts 1983, Wolf 1982, Palmer y Parson 1977, Wasserstrom 1982, Browkenshaw et al. 1979, Geertz 1962).
Finalmente, aún cuando los cronistas y los exploradores mencionan positivamente el uso que los nativos daban a las tierras, fue difícil traducir estas observaciones a una forma coherente, no folklórica y socialmente aceptable. El surgimiento del método positivista en las ciencias y el movimiento del pensamiento occidental hacia perspectivas atomistas y mecanicistas, las que se asocian con el iluminismo del siglo XVIII, alteraron dramáticamente el diálogo sobre el mundo natural (Merchat 1980).
Esta transición de las epistemologías cambió el enfoque de la naturaleza, de una entidad orgánica, viviente, se convirtió en una máquina. De manera creciente este enfoque hizo hincapié en el lenguaje científico, una forma de referirse al mundo natural que esencialmente rechazaba toda otra forma de conocimiento científico como superstición. En efecto, desde los tiempos de Concorcet y Comte, el desarrollo de las ciencias se identifica con el triunfo de la razón sobre la superstición. Esta posición, unida a un punto de vista muchas veces despectivo sobre las habilidades de los pueblos rurales en su generalidad, y en especial las de los pueblos colonizados, contribuyó más aún a oscurecer la riqueza de muchos sistemas de conocimiento rural cuyo contenido era expresado en una forma discursiva y simbólica. A causa de un mal entendido del contexto ecológico, de la complejidad espacial y de la forma de cultivar propia de los agricultores no formales, fue frecuentemente tildada despectivamente de desordenada.
Dado este contexto histórico cabe preguntarse cómo la agroecología logró emerger nuevamente. El "redescubrimiento" de la agroecología es un ejemplo poco común del impacto que tienen las tecnologías pre-existentes sobre las ciencias, donde, adelantos que tuvieron una importancia crítica en la comprensión de la naturales, fueron el resultado de una decisión de los científicos de estudiar lo que los campesinos ya habían aprendido a hacer (Kuhn 1979). Kuhn señala que en muchos casos, los científicos lograron "meramente validar y explicitar, en ningún caso mejorar, las técnicas desarrolladas con anterioridad".
Cómo emergió nuevamente la idea de la agroecología también requiere de un análisis de la influencia de un número de corrientes intelectuales que tuvieron relativamente poca relación con la agronomía formal. El estudio de sistemas de clasificación indígena, de la teoría del desarrollo rural, de los ciclos y sucesión de los nutrientes no está muy directamente relacionado con la ciencia de los cultivos, la patología de las plantas y el manejo de las plagas en su práctica habitual. Las siguientes secciones de este capítulo reseñan brevemente cómo disciplinas tan diversas como la antropología, la economía y la ecología se encuentran reflejadas en el pedigrí intelectual de la agroecología.

¿QUE ES LA AGROECOLOGIA?

El término agroecología ha llegado a significar muchas cosas. Definidas a groso modo, la agroecología a menudo incorpora ideas sobre un enfoque de la agricultura más ligado al medio ambiente y más sensible socialmente; centrada no sólo en la producción sino también en la sostenibilidad ecológica del sistema de producción. A esto podría llamarse el uso "normativo" o "prescriptivo" del término agroecología, porque implica un número de características sobre la sociedad y la producción que van mucho más allá de los límites del predio agrícola. En un sentido más restringido, la agroecología se refiere al estudio de fenómenos netamente ecológicos dentro del campo de cultivos, tales como relaciones predador/presa, o competencia de cultivo/maleza.

Visión Ecológica

En el corazón de la agroecología está la idea que un campo de cultivos es un ecosistema dentro del cual los procesos ecológicos que ocurren en otras formaciones vegetales, tales como ciclos de nutrientes, interacción depredador/presa, competencia, comensalía y cambios sucesionales, también se dan. La agroecología se centra en las relaciones ecológicas en el campo y su propósito es iluminar la forma, la dinámica y las funciones de estas relaciones. En algunos trabajos sobre agroecología está implícita la idea que por medio del conocimiento de estos procesos y relaciones los sistemas agroecológicos pueden ser administrados mejor, con menores impactos negativos en el medio ambiente y la sociedad, más sostenidamente y con menor uso de insumos externos. Como resultados, un número de investigadores de las ciencias agrícolas y de áreas afines, han comenzado a considerar el predio agrícola como un tipo especial de ecosistema -un agroecosistema- y a formalizar el análisis del conjunto de procesos e interacciones que intervienen en un sistema de cultivos. El marco analítico subyacente le debe mucho a la teoría de sistemas y a los intentos teóricos y prácticos hechos para integrar los numerosos factores que afectan la agricultura (Spedding 1975, Gliessman 1982, Conway 1985, Chambers 1983, Ellen 1982, Altieri 1983, Lowrance et. al. 1984).

La Perspectiva Social

Los agroecosistemas tienen varios grados de resistencia y de estabilidad, pero estos no están estrictamente determinados por factores de origen biótico o ambiental. Factores sociales, tales como el colapso en los precios del mercado o cambios en la tenencia de las tierras, pueden destruir los sistemas agrícolas tan decisivamente como una sequía, explosiones de plagas o la disminución de los nutrientes en el suelo. Por otra parte, las decisiones que asignan energía y recursos materiales pueden aumentar la resiliencia y recuperación de un ecosistema dañado. Aunque la administración humana de los ecosistemas con fines de producción agrícola a menudo ha alterado en forma dramática la estructura, la diversidad, los patrones de flujo de energía y de nutrientes, y los mecanismos de control de poblaciones bióticas en los predios agrícolas, estos procesos todavía funcionan y pueden ser explorados experimentalmente. La magnitud de las diferencias de la función ecológica entre un ecosistema natural y uno agrícola depende en gran medida de la intensidad y frecuencia de las perturbaciones naturales y humanas que se hacen sentir en el ecosistema. El resultado de la interacción entre características endógenas, tanto biológicas como ambientales en el predio agrícola y de factores exógenos tanto sociales como económicos, generan la estructura particular del agroecosistema. Por esta razón, a menudo es necesaria una perspectiva más amplia para explicar un sistema de producción que está en observación.
Un sistema agrícola difiere en varios aspectos fundamentales de un sistema ecológico "natural" tanto en su estructura como en su función. Los agroecosistemas son ecosistemas semi-domesticados que se ubican en un gradiente entre una serie de ecosistemas que han sufrido un mínimo de impacto humano, como es el caso de las ciudades. Odum (1984) describe 4 características principales de los agroecosistemas:
•Los agroecosistemas requieren fuentes auxiliares de energía, que pueden ser humana, animal y a combustible para aumentar la productividad de organismos específicos.
•La diversidad puede ser muy reducida en comparación con la de otros ecosistemas.
•Los animales y plantas que dominan son seleccionados artificialmente y no por selección natural.
•Los controles del sistema son, en su mayoría, externos y no internos ya que se ejercen por medio de retroalimentación del subsistema.
El modelo de Odum se basa principalmente en la agricultura modernizada del tipo que se encuentra en los Estados Unidos. Hay, sin embargo, muchos tipos de sistemas agrícolas, especialmente en los trópicos, que no corresponden a esta definición. Son especialmente sospechosas la cuestión de diversidad y la naturaleza de la selección utilizada en agriculturas complejas donde un sinnúmero de plantas y animales semi-domesticados y silvestres figuran en el sistema de producción. Conklin (1956), por ejemplo, describió agroecosistemas tradicionales en Filipinas que incluían más de 600 especies de plantas que eran cultivadas y manejadas. Aunque esta agricultura no era tan diversa como la de algunos bosques tropicales, era definitivamente más multiforme que muchos otros ecosistemas locales.
Los sistemas agrícolas son un interacción compleja entre procesos sociales externos e internos, y entre procesos biológicos y ambientales. Estos pueden entenderse espacialmente a nivel de terreno agrícola, pero a menudo también incluyen una dimensión temporal. El grado de control externo versus control interno puede reflejar intensidad de administración a lo largo del tiempo, el que puede ser mucho más variable que el supuesto de Odum. En sistemas de roza, tumba y quema, por ejemplo, los controles externos tienden a disminuir en los períodos posteriores de barbecho. El modelo de agroecosistema de Odum marca un punto de partida interesante para la comprensión de la agricultura desde una perspectiva de los sistemas ecológicos, pero no puede abarcar la diversidad y complejidad de muchos agroecosistemas que se desarrollaron en las sociedades no occidentales, especialmente en los trópicos húmedos. Más aún, la falta de atención que el modelo pone en las determinantes sociales de la agricultura tiene como resultado un modelo con un poder explicativo limitado.
Los sistemas agrícolas son artefactos humanos y las determinantes de la agricultura nom terminan en los límites de los campos. Las estrategias agrícolas no sólo responden a presiones del medio ambiente, presiones bióticas y del proceso de cultivo, sino que también reflejan estrategias humanas de subsistencia y condiciones económicas (Ellen 1982). Factores tales como disponibilidad de mano de obra, acceso y condiciones de los créditos, subsidios, riesgos percibidos, información sobre precios, obligaciones de parentesco, el tamaño de la familia y el acceso a otro t6ipo de sustento, son a menudo críticas para la comprensión de la lógica de un sistema de agricultura. En especial cuando se analizan las situaciones de los pequeños campesinos fuera de los Estados Unidos y Europa, el análisis de la simple maximización de las cosechas en sistemas demonocultivo se hace menos útil para la comprensión del comportamiento del campesino y de sus opciones agronómicas (Scott 1978 y 1986, Barlett 1984, Chambers 1983).

El Desafío Agroecológico

Los científicos agrícolas convencionales han estado preocupados principalmente con el efectomde las prácticas de uso de la tierra y de manejo de los animales o la vegetación en la productividad de un cultivo dado, usando una perspectiva que enfatiza un problema objetivo, como es el de los nutrientes del suelo o los brotes de plagas. Esta forma de enfocar sistemas agrícolas ha sido determinada en parte por un diálogo limitado entre diferentes disciplinas, por la estructura de la investigación científica, la que tiende a atomizar problemas de investigación, y por un enfoque de la agricultura orientado a lograr un producto. No cabe duda que la investigación agrícola basada en este enfoque ha tenido éxito e incrementar el rendimiento en situaciones agroecológicamente favorables.
Sin embargo, es cada vez mayor el número de científicos que reconoce que este enfoque reduccionista limita las opciones agrícolas para las poblaciones rurales y en que el "enfoque objetivo" a menudo involucra consecuencias secundarias no intencionadas que frecuentemente han producido daños ecológicos y han tenido altos costos sociales. La investigación agroecológica se concentra en asuntos puntuales del área de la agricultura, pero dentro de un contexto más amplio que incluye variable ecológica y social. En muchos casos, las premisas sobre el propósito de un sistema agrícola difieren del enfoque que enfatiza la maximización del rendimiento y la producción, expuesto por la mayoría de los científicos agrícolas.
Como mejor puede describirse la agroecología es como un enfoque que integra ideas y métodos de varios sub-campos, más que como una disciplina específica. La agroecología puede ser un desafío normativo a las maneras en que varias disciplinas enfocan los problemas agrícolas. Tiene sus raíces en las ciencias agrícolas, en el movimiento del medio ambiente, en la ecología (en particular en la explosión de investigaciones sobre los ecosistemas tropicales), en el análisis de agroecosistemas indígenas y en los estudios sobre el desarrollo rural. Cada una de estas áreas de investigación tiene objetivos y metodologías muy diferentes, sin embargo, tomadas en un conjunto todas han sido influencias legítimas e importantes en el pensamiento agroecológico.

INFLUENCIAS DEL PENSAMIENTO AGROECOLOGICO

Ciencias Agrícolas

Como Altieri (1987) lo ha señalado, el crédito de gran parte del desarrollo inicial de la agricultura ecológica en las ciencias formales le pertenece a Klages (1928), quien sugirió que se tomaran en cuenta los factores fisiológicos y agronómicos que influían en la distribución y adaptación de especies específicas de cultivos, para comprender la compleja relación existente entre una planta de cultivo y su medio ambiente. Más adelante, Klages (1942) expandió su definición e incluyó en ella factores históricos, tecnológicos y socioeconómicos que determinaban qué cultivos podían producirse en una región dada y en qué cantidad. Papadakis (1938) recalcó que el manejo de cultivos debería basarse en la respuesta del cultivo al medio ambiente. La ecología agrícola fue aún más desarrollada en los años 60 por Tischler (1965) e integrada al curriculum de la agronomía en cursos orientados al desarrollo de una base ecológica a la adaptación ambiental de los cultivos. La agronomía y la ecología de cultivos están convergiendo cada vez más, pero la red entre la agronomía y las otras ciencias (incluyendo las ciencias sociales) necesarias para el trabajo agroeocológico, están recién emergiendo.
Las obras de Azzi (1956), Wilsie (1962), Tischler (1965), Chang (1968) y Loucks (1977) representan un cambio de enfoque gradual hacia un enfoque ecosistémico de la agricultura. En particular fue Azzi (1956) quien acentuó que mientras la meteorología, la ciencia del suelo y la entomología son disciplinas diferentes, su estudio en relación con la respuesta potencial de plantas de cultivo converge en una ciencia agroecológica que debería iluminar la relación entre las plantas cultivadas y su medio ambiente. Wilsie (1962),analizó los principios de adaptación de cultivos y su distribución en relación a factores del hábitat, e hizo un intento para formalizar el cuerpo de relaciones implícitas en sistemas de cultivos. Chang (1968) prosiguió con la línea propuesta por Wilsie, pero se centró en un grado aún mayor en los aspectos ecofisiológicos.
Desde comienzos de los años 70, ha habido una expansión enorme en la literatura agronómica,con un enfoque agroecológico, incluyendo obras tales como las de Dalton (1975), Netting (1974) van Dyne (1969), Spedding (1975), Cox y Atkins (1979), Richards P. (1984), Vandermeer (1981), Edens y Koenig (1981), Edens y Haynes (1982), Altieri y Letourneau (1982), Gliessman et al. (1981), Conway (1985), Hart (1979), Lowrance et al. (1984) y Bayliss-Smith (1982).
A fines de la década del 70 y a comienzos de la del 80 un componente social cada vez mayor comenzó a aparecer en la literatura agrícola, en gran parte como resultado del estudio sobre el desarrollo rural en los Estados Unidos (Buttel, 1980). La contextualización social unida al análisis agronómico ha generado evaluaciones complejas de la agricultura, especialmente en el caso del desarrollo regional (Altieri y Anderson 1986, Brush 1977, Richards P. 1984 y 1986, Kurin 1983, Bartlett 1984, Hecht 1985, Blaikie 1984).
Los entomólogos en sus intentos de desarrollar sistemas de manejo integrado de plagas, han hecho contribuciones valiosas al desarrollo de una perspectiva ecológica para la protección de las plantas. La teoría y la práctica del control biológico de plagas se basa exclusivamente en principios ecológicos (Huffaker y Messenger 1976). El manejo ecológico de plagas se centra en primer lugar en enfoques que contrastan la estructura y el funcionamiento de los sistemas agrícolas con aquellas de sistemas naturales relativamente no perturbados, o sistemas agrícolas más complejos (Southwood y Way 1970, Price y Waldbauer 1975, Levins y Wilson 1979, Risch 1981 y Risch et al. 1983). Browning y Frey (1969) han argumentado que los enfoques de manejo de plagas deberían hacer hincapié en el desarrollo de agroecosistemas que emularan la sucesión natural lo más posible, debido a que estos sistemas más maduros son a menudo más estables que los sistemas consistentes en una estructura, sencilla de monocultivos.

Enfoque Metodológico

Una gran cantidad de métodos de análisis agroecológico se están desarrollando en la actualidad en todo el mundo. Se podría considerar que se utilizan principalmente cuatro enfoques metodológicos:
•Descripción Analítica. Se están realizando muchos estudios que miden y describen cuidadosamente los sistemas agrícolas y miden propiedades específicas tales como la diversidad de plantas, la acumulación de biomasa, la retención de nutrientes y el rendimiento. Por ejemplo, el Centro Internacional de Agroforestería (ICRAF) ha estado desarrollando una base internacional de datos de los diferentes tipos de sistemas de agroforestería y los está correlacionando con una variedad de parámetros medio ambientales para desarrollar modelos regionales de cultivos mixtos (Nair 1984, Huxley
1983). Este tipo de información es valiosa para ampliar nuestra comprensión de los tipos de sistemas existentes, de los componentes que habitualmente se encuentran ensamblados y en qué contexto ambiental. Este es el primer paso necesario. Los estudios representativos de este tipo de pensamiento son numerosos e incluyen a Ewel 1986, Alcorn 1984, Marten 1986, Denevent et al. 1984 y Posey 1985.
•El análisis Comparativo. La investigación comparativa generalmente involucra la comparación de un monocultivo u otro sistema de cultivo con un agroecosistema tradicional de mayor complejidad. Los estudios comparativos de este tipo involucran un análisis de la productividad de cultivos específicos, de la dinámica de las plagas o del estatus de los nutrientes en cuanto están relacionados con factores tales como la diversidad de los campos de cultivo, la frecuencia de las malezas, la población de insectos y los patrones de reciclaje de nutrientes. Varios estudios de este tipo se han llevado a cabo en América Latina, Africa y Asia (Uhl y Murphy 1981, Marten 1986 y Woodmansee 1984). Dichos proyectos usan metodologías científicas de tipo estándar para iluminar la dinámica de sistemas locales de cultivos mixtos específicos, comparándolos con los monocultivos. Estos datos a menudo son útiles pero la heterogeneidad de los sistemas locales puede oscurecer la comprensión de cómo éstos funcionan.
•Comparación Experimental. Para establecer la dinámica y para reducir el número de variables, muchos investigadores desarrollan una versión simplificada del sistema nativo en el cual las variables pueden ser controladas más de cerca. Por ejemplo, el rendimiento de un cultivo mixto de maíz, poroto y calabaza puede ser comparado al del cultivo simple de cada una de estas especies.
•Sistemas Agrícolas Normativos. Estos se construyen a menudo con modelos teóricos específicos en mente. Un ecosistema natural puede ser ilimitado, o un sistema agrícola nativo podría ser reconstituido con mucho esfuerzo. Este enfoque está siendo evaluado en forma experimental por varios investigadores en Costa rica. Ellos están desarrollando sistemas de cultivos que emulan las secuencias sucesionales por medio del uso de cultivos que son botánica y morfológicamente semejante a las plantas que naturalmente ocurren en varias etapas sucesionales (Hart 1979, Ewel 1986).
Aún cuando la agronomía ha sido sin lugar a dudas la disciplina materna de la agroecología, ésta recibió una fuerte influencia del surgimiento del ambientalismo y de la expansión de los estudios ecológicos. El estudio del medio ambiente fue necesario para proporcionar el marco filosófico en el cual el valor de las tecnologías alternativas y el proyecto normativo de la agroecología pudieran apoyarse. Los estudios ecológicos fueron críticos en la expansión de los paradigmas por medio de los cuales cuestiones agrícolas pudieran desarrollarse, y de las destrezas técnicas para analizarlos.

AMBIENTALISMO

Importancia de este movimiento.
El movimiento ambiental de los años 60 - 70 ha hecho una gran contribución intelectual a la agroecología. Debido a que los asuntos del ambientalismo coincidían con la agroecología, ellos infundieron al discurso agroecológico una actitud crítica de la agronomía orientada hacia la producción, e hicieron crecer la sensibilidad hacia un gran número de asuntos relacionados con los recursos.
La versión de los años 60 del movimiento ambiental se originó como consecuencia de una preocupación con los problemas de contaminación. Estos eran analizados en función tanto de los fracasos tecnológicos como de las presiones de la población. La perspectiva Maltusiana ganó una fuerza especial a mediados de la década del 60 por medio de obras tales como "La Bomba Poblacional" de Paul Ehrlich (1966) y "La Tragedia de los Comunes" de Garret Hardin (1968). Estos autores dieron como principal causa de la degradación ambiental y del agotamiento de recursos al crecimiento de la población. Este punto de vista fue técnicamente ampliado por la publicación de "Los Límites del Crecimiento" del Club de Roma, el que utilizó simulaciones computarizadas de las tendencias globales dela población, del uso de recursos y la contaminación, para generar argumentos para el futuro, los que generalmente eran desastrosos. Esta posición ha sido criticada desde perspectivas metodológicas y epistemológicas (Simon y Kahn 1985).
Mientras que "Los Límites del Crecimiento" desarrolló un modelo generalizado de la "crisis ambiental", dos volúmenes seminales posteriores contenían una relación especial al pensamiento agroecológico, porque en ellos se perfilaban visiones de una sociedad alternativa. Estos fueron "Anteproyecto de la Supervivencia" (El ecologista, 1972) y "Lo Pequeño es Hermoso" (Schumacher, 1973).
Estos trabajos incorporaban ideas sobre la organización social, la estructura económica y valores culturales y las convertían en una visión exhaustiva más o menos utópica. "Ante-proyecto de la Supervivencia" argumentaba a favor de la descentralización de empresas de pequeña envergadura y acentuaba las actividades humanas que involucrarían un mínimo de disrupción ecológica y un máximo de conservación de energía y materiales. El santo y seña era autosuficiencia y sustentabilidad. El libro de Schumacher acentuaba una evaluación radical de la racionalidad económica ("Economía Budista"), un modelo descentralizado de la sociedad humana ("dos millones de aldeas") y una tecnología apropiada. El significado especial de "Lo Pequeño es Hermoso" era que estas ideas se ampliaron para alcanzar el Tercer Mundo.
Problemas Agrícolas. Los asuntos ambientales en su relación con la agricultura fueron claramente señalados por Carson en su libro "Primavera Silenciosa" (1964), el que planteaba interrogantes sobre los impactos secundarios de las substancias tóxicas, especialmente de los insecticidas, en el ambiente. Parte de la respuesta a estos problemas fue el desarrollo de enfoques de manejo de plagas para la protección de los cultivos, basados enteramente en su teoría y práctica en los principios ecológicos (Huffaker y Messenger 1976). El impacto tóxico de los productos agro-químicos era sólo una de las interrogantes ambientales, debido a que el uso excesivo de los recursos energéticos también se estaba convirtiendo en un asunto cada vez más importante. Era necesario evaluar los costos energéticos de sistemas de producción específicos: especialmente a comienzos de la década del 70 cuando los precios del petróleo se fueron a las nubes. El clásico de Pimentel y Pimentel (1979) demostró que en la agricultura americana cada kilo-caloría derivado del maíz se "obtenía" a un enorme costo energético de energía externa. Los sistemas de producción norteamericanos fueron por lo tanto comparados con otros varios tipos de agricultura, los que eran de menor producción por área de unidad (en términos de kilo-calorías por cada hectárea) pero mucho más eficientes en términos de rendimiento por unidad de energía invertida. El alto rendimiento de la agricultura moderna se obtiene a costa de numerosos gastos, los que incluyen insumos no renovables tales como el combustible de fósiles.
En el Tercer Mundo esta energía a menudo es importante, y cargada a la balanza internacional de pagos, empeorando la situación de endeudamiento de muchos países en desarrollo. Más aún, debido a que la mayor parte de la energía no se utiliza para el cultivo de alimentos, la ganancia en la producción no se traduce necesariamente en un mejor abastecimiento de alimentos (Crouch y de Janvry 1980, Graham 1984 y Dewey 1981). Finalmente, las consecuencias sociales de este modelo tienen impactos complejos y a menudo extremadamente negativos en la población local, en especial en aquellos que tienen un acceso limitado a tierras y a créditos. Estos problemas se discuten en detalle más adelante en este capítulo.
Los problemas de la toxicidad y recursos de la agricultura ensamblaron con los problemas mayores de la transferencia tecnológica en contextos del Tercer Mundo. "La Tecnología Descuidada" (editada por Milton y Farvar en 1968) fue una de las primeras publicaciones que intentó, en gran medida, documentar los efectos de proyectos de desarrollo y transferencia de tecnologías de zonas templadas, sobre las ecologías y las sociedades de los países en desarrollo. Cada vez en mayor número, investigadores de diferentes áreas comenzaron a hacer comentarios sobre la pobre "adecuación" entre los enfoques que se dan al uso de la tierra en el Primer Mundo y la realidad del Tercer Mundo. El artículo de Janzen (1973), sobre agroecosistemas tropicales, fue la primera evaluación ampliamente difundida de por qué los sistemas agrícolas tropicales podrían comportarse de una forma diferentes a los de las zonas templadas. Este trabajo y el de Levins (1973) plantearon un desafío a los investigadores agrícolas, que los llevó a repensar la ecología de la agricultura tropical.
Al mismo tiempo, el problema filosófico más amplio planteado por el movimiento ambiental tuvo resonancia en la re-evaluación de las metas del desarrollo agrícola en los Estados Unidos y en el Tercer Mundo, y en las bases tecnológicas sobre las que serían llevadas a cabo. En el mundo desarrollado estas ideas sólo tuvieron un impacto moderado en la estructura de la agricultura, porque la confiabilidad y disponibilidad de productos agroquímicos y energéticos aplicados a la agricultura tenía como resultado transformaciones pequeñas en el patrón de uso de recursos en la agricultura. En situaciones en las que tanto los campesinos como la nación estaban presionando por los recursos, donde prevalecían estructuras distributivas regresivas y donde el enfoque de las zonas templadas no era apropiado a las condiciones ambientales locales, el enfoque agroecológico parecía de especial relevancia.
La integración de la agronomía y el ambientalismo ensambló con la agroecología, pero los fundamentos intelectuales para una asociación académica de este tipo eran aún relativamente débiles.
Era necesario un enfoque teórico y técnico más claro, especialmente en relación con los sistemas tropicales. El desarrollo de la teoría ecológica tendría una relevancia especial en el desarrollo del pensamiento agroecológico.

ECOLOGIA

Por varias razones los ecólogos han tenido una importancia singular en la evolución del pensamiento agroecológico. En primer lugar, el marco conceptual de la agroecología y su lenguaje son esencialmente ecológicos. En segundo lugar, los sistemas agrícolas son en sí mismos interesantes sujetos de investigación, en los cuales los investigadores tienen mucho mayor habilidad para controlar, probar y manipular los componentes del sistema, en comparación con los ecosistemas rurales. Estos pueden proporcionar condiciones de pruebas para un patrón amplio de hipótesis ecológicas, y de hecho ya han contribuido substancialmente al cuerpo de conocimiento ecológico (Levins 1973, Risch et al. 1983, Altieri 1987, Uhl et al. 1987). En tercer lugar, la explosión de investigaciones sobre los sistemas tropicales ha dirigido la atención al impacto ecológico de la expansión de sistemas de,.monocultivos en zonas que se caracterizan por su diversidad y extraordinaria complejidad (Janzen 1973, Uhl 1983, Uhl y Jordan 1984, Hecht 1985). En cuarto lugar, varios ecólogos han comenzado a dirigir su atención a las dinámicas ecológicas de los sistemas agrícolas tradicionales (Gliessmann 1982, Altieri y Farrell 1984, Anderson et al. 1987, Marten 1986, Richards 1984 y 1986).
Tres áreas de interés académico han sido especialmente críticas en el desarrollo de los análisis agroecológicos: el ciclaje de nutrientes, las interacciones de plagas/plantas y la sucesión ecológica. A modo de ilustración esta sección se concentrará en el ciclaje de nutrientes. A comienzos de los años 60 el análisis del ciclaje de nutrientes en los sistemas tropicales se convirtió en un tópico de interés y fue considerado como un proceso vital del ecosistema. Varios estudios, tales como el estudio de Puerto Rico de Odum (1976), la investigación de Nye y Greenland en 1961 y más adelante la serie de artículos y monografías que derivaron de trabajos realizados en San Carlos, Venezuela, Catci, Costa
Rica y otros lugares en Asia y Africa han sido la simiente que clarifica los mecanismos de los ciclajes de nutrientes, tanto en bosques nativos como en áreas que han sido cultivadas (Jordan 1985, Uhl y Jordan 1984, Buschbacker et al. 1987, Uhl et al. 1987).
Los hallazgos ecológicos de esta investigación sobre el ciclaje de nutrientes y que tuvieron un mayor impacto en el análisis de la agricultura fueron:
•La relación entre la diversidad y las estrategias inter-especies para captar nutrientes.
•La importancia de los rasgos estructurales para aumentar la captación de nutrientes tanto abajo como encima del suelo.
•La dinámica de los mecanismos fisiológicos en la retención de nutrientes.
•La importancia de relaciones asociativas de plantas con micro-organismos tales como micorrizas y fijadores simbióticos de nitrógeno.
•La importancia de la biomasa como el lugar de almacenaje de los nutrientes.
Estos hallazgos sugerían que los modelos ecológicos de la agricultura tropical incluirían una diversidad de especies (o al menos de cultivos) para aprovechar la variedad de absorción de nutrientes, tanto en términos de diferentes nutrientes como en la absorción de nutrientes de los diferentes niveles de profundidad del suelo. La información producida por los estudios ecológicos sobre el ciclaje de nutrientes también sugería el uso de plantas tales como las leguminosas que con facilidad forman asociaciones simbióticas, y el uso más extendido de plantas perennes en el sistema de producción, como un medio para bombear nutrientes de las diferentes capas del suelo y aumentar así la capacidad total de reciclaje y almacenamiento de nutrientes en el ecosistema. No es sorprendente hallar que muchos de estos principios ya estaban siendo aplicados en numerosos sistemas agrícolas desarrollados por poblaciones locales en los trópicos.
La mayor parte de la literatura ecológica, la comparación entre ecosistemas naturales y
agroecosistemas se han basado en agroecosistemas desarrollados por ecologistas posteriormente a cierta observación de un ecosistema local más bien que después de observar sistemas locales verdaderamente desarrollados. Más aún, la investigación se centró en parámetros tales como la diversidad de semillas, acumulación de biomasa y almacenaje de nutrientes en sucesión. Esta investigación nos ha proporcionado cierta comprensión de algunas dinámicas de los sistemas agrícolas considerados como entidades biológicas, pero hasta qué punto el manejo (con excepción del llevado a cabo por algunos alumnos relativamente inexpertos) influye en estos procesos sigue siendo un área casi enteramente inexplorada (un caso excepcionalmente sobresaliente en este aspecto es el Uhl et al. 1987).
Las limitaciones del enfoque puramente ecológico están siendo cada vez más superadas a medida que los investigadores comienzan a analizar los sistemas campesinos y nativos en equipos multidisciplinarios y desde un perspectiva más holística (Anderson y Anderson 1983, Hecht et al. 1987, Anderson et al. 1987, Marten 1986, Denevan et al. 1984). Estos esfuerzos tienen como intención el colocar a la agricultura en un contexto social: utilizan modelos nativos locales y explicaciones nativas del por qué se realizan ciertas actividades para el desarrollo de hipótesis que más adelante pueden ser probadas por medio de modelos agronómicos y científicos. Esta es un área de investigación floreciente con implicancias tanto teóricas como aplicadas de mucha importancia, y una gran inspiración para la teoría y práctica de la agroecología.

SISTEMAS NATIVOS DE PRODUCCION

Otra influencia mayor en el pensamiento agroecológico es aquella que procede de los esfuerzos de investigación de los antropólogos y los geógrafos dedicados a describir y analizar las prácticas agrícolas y la lógica de los pueblos nativos y campesinos. Típicamente, estos estudios se han preocupado del uso de recursos y del manejo de toda la base de subsistencia, no solamente del predio agrícola, y se han concentrado en cómo los pueblos locales explican esta base de subsistencia, y en cómo los cambios sociales y económicos afectan los sistemas de producción. El análisis científico del conocimiento local han sido un fuerza importante para reevaluar los supuestos de los modelos coloniales y agrícolas de desarrollo. La obra pionera en este campo fue la de Audrey Richards (1939), sobre las prácticas de roza, tumba y quema (sistema citamene) en el Africa Bemba. El sistema citamene involucra el uso de desechos de árboles como compost en las prácticas agrícolas de los terrenos montañosos en Africa Central. Este estudio, que acentúa los resultados de las tecnologías, agrícolas y de las explicaciones ecológicas de los pueblos nativos, contrasta diametralmente con aquella percepción despreciativa de la agricultura nativa que considera las prácticas locales como desordenadas y de inferior calidad.
Otra importante contribución al estudio de sistemas de cultivo nativos fue el trabajo de Conklin (1956), el que sentó las bases para la re-evaluación de la agricultura itinerante, basado en dados etnográficos y agronómicos sobre los Hnunoo de las Filipinas. Este trabajo señala la complejidad ecológica y diversidad de los patrones de agricultura itinerante y la importancia de los policultivos, la rotación de cultivos y sistemas de agroforestería, en el marco total de la producción itinerante. Es uno de los estudios más tempranos y más ampliamente conocidos sobre la estructura y complejidad del cultivo de roza, tumba y quema, e incorpora mucha intuición ecológica.
Fue de especial importancia el énfasis que Conklin puso en el conocimiento ecológico nativo y la importancia que le asignó a explotar esta rica fuente de comprensión etnocientífica. Sin embargo, él hacía hincapié en que el acceso a esta información requería habilidades tanto etnográficas como científicas.
Investigadores tales como Richards, P. 1984, Bremen y de Wit 1983, Watts 1983, Posey 1984, Denevan et al. 1984, Hecht y Posey 1987, Browkenshaw et al. 1979 y Conklin 1956, entre muchos otros, han estudiado los sistemas nativos de producción y sus categorías de conocimiento sobre las condiciones ambientales y prácticas agrícolas. Este cuerpo de investigación se centra en el punto de vista nativo de los sistemas de producción y los analiza con los métodos científicos occidentales.
Todos estos autores han hecho hincapié en que la organización social y las relaciones sociales de la producción deberían considerarse tan de cerca como el medio ambiente y los cultivos. Este acento en la dimensión social de la producción es una base importante para la comprensión de la lógica de producción de sistemas agrícolas.
Otro resultado importante de gran parte del trabajo sobre los sistemas nativos de producción es la idea que se necesitan diferentes nociones de eficiencia y racionabilidad para comprender los sistemas nativos de campesinos. Por ejemplo, la eficiencia de producción por unidad de labor invertida, más bien que una simple relación de rendimiento por áreas es básica para la lógica de producción de muchos cultivadores del Tercer Mundo. Las prácticas que se centran en evitar riesgos,, puede que no sean tan rendidoras a corto plazo, pero pueden ser preferibles a opciones de uso de tierras altamente productivas pero que tienen mayores riesgos. La disponibilidad de trabajo, en especial en épocas importantes como es la de las cosechas, puede también influir en los tipos de sistemas agrícolas favorecidos.
Este tipo de investigación ha influido en el desarrollo de los argumentos contrarios a aquellos que atribuían el fracaso de la transferencia de tecnología agrícola a ignorancia e indolencia. Este enfoque, con el acento en los factores humanos de los sistemas agrícolas, también ponía más atención en las estrategias de los campesinos de diferentes estratos sociales, y cada vez más en el rol de la mujer en la agricultura y el manejo de recursos (Deere 1982, Moock 1986).
El análisis etno-agrícola ha contribuido mucho a la expansión de las herramientas conceptuales y prácticas de la agroecología. El enfoque (marco étnico) basado en la explicación de una cultura dada ha sugerido relaciones que los marcos "étnicos" (es decir marcos externos, generalmente referidos a modelos occidentales de expansión) no capturan fácilmente, al basarse en los métodos de la ciencia occidental. Más aún, esta investigación ha explayado el concepto de lo que puede con provecho ser llamado agricultura, debido a que muchos grupos están involucrados en la manipulación de ecosistemas forestales a través del manejo de la sucesión y la reforestación actual (Posey 1985, Anderson et al. 1987, Alcorn 1984). Aún más, la agricultura desarrollada localmente
Incorpora numerosos cultivos cuyo germoplasma es esencial para el "desarrollo" de programas de mejoramiento genético como el de la yuca y porotos, y también incluye numerosas plantas con un potencial de uso más amplio en ambientes difíciles. Finalmente, dicho trabajo valora los logros científicos de cientos de años de cultivo de plantas y trabajo agronómico llevado a cabo por las poblaciones locales.

El estudio de sistemas agrícolas nativos ha proporcionado gran parte de la materia prima para el desarrollo de hipótesis y sistemas de producción alternativos para la agroecología. Cada vez es más amplio el estudio de la agricultura nativa realizado por equipos multi-disciplinarios para documentar las prácticas y se han desarrollado categorías de clasificación para analizar los procesos biológicos dentro de los sistemas agrícolas y para evaluar aspectos de las fuerzas sociales que influyen en la agricultura. El estudio de sistemas nativos ha sido seminal en el desarrollo del pensamiento agroecológico.

ESTUDIOS DEL DESARROLLO

El estudio del desarrollo rural del Tercer Mundo también ha sido una gran contribución a la evolución del pensamiento agroecológico. El análisis rural ha ayudado a clasificar la lógica de las estrategias locales de producción en comunidades que están sufriendo grandes transformaciones, a medida que las áreas rurales se integran a economías regionales, nacionales y globales. Los estudios sobre el desarrollo rural han documentado la relación que existe entre los factores socioeconómicos y la estructura y organización social de la agricultura. Existen varios temas de investigación sobre el desarrollo, que han sido de especial importancia para la agroecología, incluyendo el impacto de las tecnologías inducidas desde afuera, el cambio de cultivos, los efectos de la expansión de mercados, las implicancias de los cambios de relaciones sociales y la transformación en las estructuras de tenencia de tierras y de acceso a los recursos económicos. Todos estos procesos están íntimamente ligados. Cómo ellos afectan los agroecosistemas regionales es el resultado de complejos procesos históricos y políticos.
La investigación de la Revolución Verde fue importante para la evolución del pensamiento agroecológico porque los estudios sobre el impacto de esta tecnología fueron un instrumento que arrojó luz sobre los tipos de prejuicios que predominaban ene l pensamiento agrícola y de desarrollo.
Esta investigación también tuvo como resultado el primer análisis verdaderamente interdisciplinario de cuestiones de tenencia de tierras y del cambio tecnológico en la agricultura desde un punto de vista ecológico, social y económico; todo esto realizado por un amplio espectro de analistas. La extraordinaria aceleración del proceso de estratificación social del campesino que se asocia a la
Revolución Verde indicaba inmediatamente que ésta no era una tecnología neutra en sus objetivos y resultados, sino más bien que podría transformar dramáticamente la base de la vida rural de un gran número de personas.
Como lo hizo notar Perelman en 1977, los más beneficiados por dichas tecnologías fueron los consumidores urbanos. La estrategia de la Revolución Verde se desarrolló cuando los problemas de la pobreza y el hambre eran considerados principalmente como problemas de producción. Este diagnóstico implicó varias estrategias que se centraban en áreas agrícolas en las que rápidamente podrían llevarse a cabo aumentos de producción, suelos de mejor calidad y tierras de riego entre granjeros con bienes materiales y de capital substanciales. Tuvo éxito en términos de elevar la producción: en el fondo era parte de una política de apostar conscientemente al más fuerte (Chambers y Ghildyal 1985, Pearce 1980). Es ahora generalmente reconocido que solamente el aumento agregado de la producción de alimentos no soluciona el problema del hambre y la pobreza rural, aunque sí puede reducir los costos de alimentos para los sectores urbanos (Sen 1981, Watts 1983).
Las consecuencias de la Revolución Verde en las áreas rurales fueron tales que sirvieron para marginalizar a gran parte de la población rural. En primer lugar, centró sus beneficios en los grupos que eran ricos en recursos, acelerando así la diferencia entre ellos y los otros habitantes rurales, por lo que la desigualdad rural a menudo aumentó. En segundo lugar, socavó muchas formas de acceso a la tierra y a los recursos, tales como los cultivos de mediería, el arriendo de mano de obra y el acceso a medios de riego y tierras de pastoreo. Esto redujo la diversidad de estrategias de subsistencia disponibles a las familias rurales y, por lo tanto, aumentó la dependencia del predio agrícola. El estrechamiento de la base genética de la agricultura aumentó los riesgos porque los cultivos se hicieron más vulnerables a plagas y enfermedades y a los caprichos del clima. En el caso de arrozales inundados o regados, la contaminación generada por el uso de pesticidas y herbicidas a menudo minó una importante fuente local de proteínas: el pescado.
El análisis de la Revolución Verde hecho desde el punto de vista de diferentes disciplinas, contribuyó al primer análisis holístico de las estrategias de desarrollo agrícola/rurales. Fue la primera evaluación ampliamente difundida que incorporó críticas ecológicas, tecnológicas y sociales. Este tipo de enfoque y de análisis ha sido el prototipo de varios estudios posteriores sobre la agroecología, y el progenitor de la investigación sobre sistemas de labranza.
Es hoy ampliamente reconocido que las tecnologías de la Revolución Verde pueden ser aplicadas en áreas limitadas y ha habido peticiones de varios analistas del desarrollo rural en el sentido de re-dirigir la investigación agrícola en la dirección de campesinos de bajos recursos. En el mundo existen por lo menos un billón de campesinos de recursos, ingresos y flujos de producción muy limitados, quienes trabajan en un contexto agrícola de extrema marginalidad. Los enfoques que hacen hincapié en paquetes de tecnologías generalmente requieren de recursos a los cuales la mayoría de los campesinos del mundo no tienen acceso.
Muchos analistas del desarrollo rural reconocen hoy las limitaciones para la agricultura de los enfoques tipo
Revolución Verde que enfatizan agricultura a gran escala, pero estos modelos agrícolas han dominado de una forma sorprendente los proyectos de desarrollo agrícola del Tercer Mundo.
Mientras los resultados de las estaciones experimentales de investigación se veían extremadamente promisorios, el bajo grado de adopción por campesinos y de reproducción exacta de los modelos en los campos, ha ocasionado grandes dificultades en muchos proyectos. El enfoque de transferencia de tecnologías tendía a acelerar las diferencias, exacerbando muchas situaciones políticas difíciles o las tecnologías sólo eran parcialmente adoptadas y en muchos casos no adoptadas del todo (Scott 1978 y 1986).
Varias eran las explicaciones para la baja transferencia de tecnologías, incluyendo la idea que los campesinos eran ignorantes y que era necesario enseñarles a cultivar. Otro set de explicaciones se centró en las exigencias a nivel de granja, tales como la falta de créditos que limitaban la posibilidad de
los campesinos de adoptar estas tecnologías. En el primer caso se considera que la falla está en el campesino; en el segundo se culpa a problemas de infraestructura de diferentes tipos. Nunca se criticó a la tecnología misma.
Varios investigadores de terreno y practicantes del desarrollo se han sentido frustrados por estas explicaciones y un número cada vez mayor han señalado que las tecnologías en si requieren de una reevaluación sustancial. Ellos han argumentado que la decisión del campesino de adoptar o no, una tecnología es la verdadera prueba de su calidad. A menudo a este enfoque se le ha llamado "el campesino primero y último" o "el campesino vuele al campesino" o "la revolución agrícola nativa".
Según dicen Rhoades y Booth (1982) "la filosofía básica en la que se apoya este modelo es que la investigación y el desarrollo agrícola deben comenzar y terminar en el campesino. La investigación agrícola aplicada no puede comenzar aisladamente en un centro de experimentación o con un comité de planificación que está lejos del contacto con la realidad campesina. En la práctica esto significa obtener información acerca del campesino y comprensión de la percepción que el campesino tiene del problema y la aceptación de la evaluación que el campesino hace de la solución propuesta". Este enfoque requiere una participación mucho mayor de parte del campesino en el diseño y la implementación de programas de desarrollo rural (Chambers 1984, Richards P. 1984, Gow y Van Sant 1983, Midgley 1986).
Una consecuencia de esta posición ha sido reconocer el gran conocimiento que el campesino tiene de la entomología, botánica, suelos y agronomía, los que pueden servir como puntos de partida para la investigación. En este caso también, la agroecología ha sido identificada como una valiosa herramienta analítica asimismo como un enfoque normativo para la investigación.
La agroecología encaja bien con los asuntos tecnológicos que requieren prácticas agrícolas más sensibles al medio ambiente y a menudo encuentra congruencias del desarrollo tanto ambiental como participativo con perspectivas filosóficas. La diversidad de preocupaciones y de cuerpos de pensamientos que han influido en el desarrollo de la agroecología son verdaderamente amplios. Sin embargo, esta es la extensión de los asuntos que inciden en la agricultura. Es por esta razón que ahora vemos agroecólogos con un entrenamiento mucho más rico que el encontrado corrientemente entre los alumnos de ciencias agrarias centrados en una disciplina, como asimismo muchos más equipos multidisciplinarios trabajando en estos asuntos en el campo. Aunque es una disciplina en pañales, y hasta el momento ha planteado más problemas que soluciones, la agroecología indudablemente ha ampliado el discurso agrícola.

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TEMA Nº 1: AUTOEVALUACION

1. Elabore su propio concepto de Agroecología.

2. ¿Cuáles procesos históricos le restaron importancia al conocimiento agrícola desarrollado por nuestras etnias indígenas y comunidades campesinas o afrodescendientes en la zona dónde tu vives?

3. ¿Qué aspectos influyeron en el resurgimiento del pensamiento agroecológico?.

4. Desde su perspectiva. ¿Cuál será el desafió de un proceso agroecológico en el sector o caserío donde usted vive?.

5. Desde su visión. ¿Cuáles son los aspectos mas importantes o relevantes de la comunidad rural donde se encuentra ubicado el grupo de estudio, que podrían ser considerados en los diferentes ámbitos de acción de la agroecología como: el social, el económico, el ambiental, el tecnológico, político-jurídico e ideológico y cultural?.

6. ¿El plantiemiento realizado por el grupo de estudio de la agroecología en los diferentes ámbitos nos visualiza las perspectivas de desarrollo en el caserío donde se ubica el grupo de estudios?. Explique.

7. ¿usted cree que la agroecología debe ser estratégica para los procesos de desarrollo en la comunidad?. ¿Por qué?

8. ¿Qué papel debe jugar la Universidad en los procesos agroecológicos de la sociobioregión?

TEMA Nº 2: Conceptos, Principios y Fundamentos para el Diseño de Conceptos, Principios y Fundamentos para el Diseño de Sistemas Sustentables de Producción Sistemas Sustentables de Producción

Raúl Venegas V. - Gustavo Siau G. Agroecología y Desarrollo. Nº 7. 2003 CLADES.CHILE

INTRODUCCION

La agricultura sustentable es un modo de producción agrícola que intenta obtener producciones sostenidas en el largo plazo. Esto, a través del diseño de sistemas de producción agropecuarios que utilicen tecnologías y normas de manejo que conserven y/o mejoren la base física y la capacidad sustentadora del agrosistema.
Uno de los grandes desafíos, que se enfrenta al establecer sistemas de producción sustentables, es alcanzar una utilización eficiente de los recursos propios del predio, lograr maximizar las relaciones de complementariedad entre los componentes del sistema, mejorar la base biológica y la viabilidad, económica y técnica. Esto es posible, sin duda, a través de un diseño predial, aspecto fundamental que permite aproximarse a los objetivos de sustentabilidad.
El propósito de este modulo es contribuir a una comprensión holística de los sistemas de producción campesinos y, a partir de ello, plantear principios para el diseño u ordenamiento de estos sistemas que los acerquen a constituir unidades productivas sustentables en el tiempo.

I. CIENCIA MODERNA Y REALIDAD

La visión del mundo que predominó hasta la llegada de la Revolución Científica fue la de percibir al cosmos como algo de pertenencia, donde cada cual participaba e interactuaba directamente con sumedio. Este estado involucraba una coalición o identificación estrecha con el ambiente.
Desde el siglo XVI en adelante el hombre fue perdiendo, en su concepción más profunda, la visión cósmica, globalizante y fenoménica de la naturaleza, sustituyéndola por una manera científica moderna de percibir los acontecimientos, caracterizada por la comprensión de los procesos a través del estudio de la materia y del movimiento, con el fin último de manjar la naturaleza.
Al respecto, pareciera ser cierto, al observar los acontecimientos ya finalizando el siglo pasado, que la conciencia científica es una conciencia alienada, donde no existe una asociación estructural con la naturaleza sino más bien una total separación y distanciamiento de ella.
En este contexto, sujeto y objeto son siempre vistos como antagónicos, donde finalmente la visión del mundo es una sensación de no pertenencia: todo nos es ajeno, distinto, y está separado de nosotros. Al cosmos no le importamos y no nos sentimos parte de él.
La visión científica moderna del mundo contiene una carga de inestabilidad inherente, lo que limitó severamente su capacidad de sostenerse a sí misma. Durante más de noventa y nueve por ciento del transcurso de la historia humana, el mundo estuvo encantado y el hombre se veía a sí mismo como parte integral de él. El completo reverso de esta percepción, en un período aproximado de cuatrocientos años, ha destruido esa maravillosa continuidad de experiencia humana y de integridad corporal y síquica que nos relacionaba con la naturaleza (Berman, 1987).
El gran vocero de la ciencia moderna fue, sin duda, René Descartres. Se ha llegado a llamar al en que de investigación moderno "paradigma cartesiano", entendiendo como paradigma a las realizaciones científicas universalmente aceptadas y reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica (Khun, 1971). Descates señala que, a través de una filosofía práctica, en reemplazo de una "especulativa", se podía conocer la naturaleza y la conducta de sus elementos, y, de esta manera, podríamos hacernos amos y dueños de ella. En este contexto, señalaba que las matemáticas eran el epítome de la razón pura, el conocimiento más confiable de que podíamos disponer. La certeza era equivalente a la medición y la ciencia en este sentido se fue convirtiendo en "una matemática universal". Por lo cual, en el siglo XVII, se gesta la convicción de que el mundo en su totalidad está ante nosotros para que actuemos sobre él (Berman, 1987).
El método investigativo propuesto por Descartes, se basa en, primero, el enunciado del problema, que inicialmente será confuso y complejo. Segundo, dividir el problema en sus unidades más simples, partes y componentes. Este segundo enunciado implica el estudio aislado de cada componente de la unidad de estudio. Finalmente, el método plantea que se puede rearmar la estructura total del objeto de una manera lógica.
Hasta hoy, en muchos ambientes de la investigación y centros de generación de conocimiento, se consideró que este método era la única clave para el conocimiento del mundo.
Este método podría llamarse adecuadamente "atomístico", en el sentido que el conocer consiste en subdividir una cosa en sus componentes más pequeños, y la esencia de este atomismo, sea éste material o filosófico, es que una cosa consiste en la suma de sus partes constituyentes. Sin embargo, como veremos más adelante en este artículo, este método no tiene validez para la explicación de muchos sistemas de estudio, incluidos los sistemas de producción agropecuarios. Esta afirmación es especialmente cierta cuando trabajamos con sistemas productivos campesinos, donde es imposible comprender la conducta global sin considerar de manera interrelacionada los componentes constituyentes y sus complejas relaciones.
La identificación de la existencia humana con el raciocinio puro, la idea que el hombre puede saber todo lo que desea a través de su razón y de la lógica, incluye la suposición de que la mente y el cuerpo, sujeto y objeto, son entidades radicalmente dispares, donde el pensar nos separa del mundo, que enfrentamos.
Sin embargo, la lógica y la cuantificación presentan limitaciones sustantivas para describir a los organismos (u objetos de estudio), sus interacciones y su organización interna (Bateson, 1982).
Esta escisión mente-cuerpo era verdadera en toda percepción y conducta: en el acto de pensar uno se percibe a sí mismo como una entidad separada "aquí adentro" confrontando las coas y sucesos de "allá afuera". Esta dualidad yace en el corazón del paradigma cartesiano (Berman, 1987).
Con los inicios de la Revolución Industrial, en la segunda mitad del siglo XVIII, la revolución científica fue reconocida en su verdadera magnitud y alcance, y es en el presente siglo que el paradigma cartesiano logra gran impacto, intensidad y difusión.
Por otra parte, si nos remontamos a la enseñanza que recibimos desde la edad escolar, encontramos influencias marcadas que nos dirigen a pensar en las cosas y acontecimientos como entes separados, sin relación alguna. Por ejemplo, la carga atomista que conlleva el aprender el significado de un sustantivo (nombres personales, lugares, cosas) ó de verbos (palabras que indican acciones determinadas), nos llevan implícitamente a entender que la manera de conocer y definir algo es hacerlo mediante lo que supuestamente son en sí mismo, no mediante su relación con otras cosas (Bateson, 1982). Nadie nos enseña sobre la conexión de las cosas; que todo objeto de estudio y toda comunicación exige un contexto, y que sin contexto no hay significado.

II. EL ENFOQUE DE SISTEMAS Y LA PRODUCCION AGROPECUARIA

A partir de los antecedentes analizados podemos ahora focalizar nuestra mirada hacia un nivel más concreto de análisis de la evolución científica y su relación y aplicación con los sistemas agrícolas, lo que, finalmente, constituye el asunto que nos interesa abordar.
En rigor, entonces, podemos afirmar que la ciencia moderna para conocer, aprehender e intervenir la naturaleza, ha utilizado el enfoque cartesiano-reduccionista, el que divide y subdivide la realidad en partes independientes entre sí, cada una de las cuales pasa a constituir unidades elementales de investigación. De esta manera, la ciencia, a través de un método de investigación atomista, plantea aproximarse a la comprensión de los procesos observados.
Al respecto Von Bertalanffy (1968), planteó que la aplicación del procedimiento analítico de investigación, que caracteriza al enfoque reduccionista, sólo es pertinente de ser aplicado si se cumplen dos condiciones: La primera es que la interacción entre las partes constituyentes del objeto sea igual a cero, o que el grado de interacción sea tan bajo y débil, que pueda ser despreciada en términos analíticos. Sólo de esta manera es posible separar los componentes o partes del objeto para estudiarlos aisladamente, en forma lógica y matemática. La segunda condición señala que las relaciones que describen el comportamiento de las partes sean lineales: sólo de esta forma queda satisfecha la condición de aditividad, de manera que una ecuación capaz de describir la conducta de la totalidad del objeto tiene la misma forma que las ecuaciones parciales que describen la conducta de las partes. Así, los procesos parciales pueden ser superpuestos para obtener el proceso total.
Por otro lado, a medida que los objetos o sistemas de estudio van siendo más complejos, es decir, están constituidos de mayor número de partes, las Inter.-relaciones entre ellas son más complejas y, la variedad aumenta (entendiendo como variedad al número de estados distintos capaces de alcanzar un sistema o un componente). La explicación a los fenómenos observados a través de sus conductas sólo es posible de describir si incluimos en el análisis al entorno que los rodea y sus complejidades internas.
Estas afirmaciones cobran real importancia al trabajar con agrosistemas, los cuales se caracterizan por ser altamente complejos y establecer, en su interior, relaciones estrechas entre sus componentes, lo que deja fuera toda posibilidad de estudio reduccionista o rubrista para explicar los fenómenos que ocurren en el sistema de interés y para plantear cambios aplicables y eficaces.
Por lo cual, mientras, una corriente considerable de la ciencia moderna se esmera por explicarel comportamiento de los fenómenos que se observan, reduciéndolos a unidades o subunidades independientes y autónomas unas de otras, se plantean también, por otra parte, enfoques para el conocimiento que incluyen a la totalidad de lo estudiado. Es decir, se plantean problemas de organización, fenómenos no descomponibles en acontecimientos locales independientes, con interacciones dinámicas manifiestas en la conducta de las partes o en una configuración superior de varios órdenes, no comprensibles por la interpretación de sus respectivos elementos aislados.
La Teoría General de Sistemas, a través de su enfoque holístico e integrador, se presenta como una herramienta científica para el conocimiento del comportamiento de los objetos dinámicos con interés de estudio. Esta teoría ha sido aplicada en diferentes disciplinas: cibernética, informática, ingeniería de sistemas, teoría de decisiones, etc.
Este concepto fue desarrollado inicialmente en las ciencias biológicas alrededor del año 1925 por el biólogo L. Von Bertalanffy, a partir de sus trabajos sobre los sistemas biológicos abiertos. Sin embargo, sus ideas en este entonces no tuvieron una acogida favorable en los ambientes científicos.
Sólo después de la Segunda Guerra Mundial su teoría conquista el espacio que se merece. Desde hace alrededor de 25 años comienza ase aplicado con cierta importancia en las ciencias agrícolas.
Un enfoque sistémico de investigación nos permite, por un lado, acercarnos a la comprensión de los eventos relevantes que se dan en un proceso productivo y, por toro, formular en forma correcta (o lo más aproximada posible) alternativas técnicas aplicables y reproducibles, que mejoren la producción y eficiencia de transformación en estos sistemas, ampliando las posibilidades para diseñar mejores opciones de producción a través de una comprensión integradora y global.
Para comprender las aplicaciones de la Teoría General de Sistemas es vital contar con un criterio compartido sobre qué entendemos por Sistema (nuestra unidad de estudio) y cuáles son sus características. Para ello, describiremos primero algunas definiciones básicas:

1. SINERGIA

Este concepto establece que el examen de una, o incluso de todas las partes constituyentes de un sistema en estudio, no puede explicar la conducta de su totalidad. Dicho de una forma más directa, y como señaláramos anteriormente, la suma de las partes es diferente al todo.
Es fundamental poder conocer las partes y componentes de la unidad y comprender sus interrelaciones, con el fin de aproximarnos a su comprensión.
Por lo tanto, si un objeto de estudio posee dentro de sus características la sinergia, como es el caso de los sistemas de producción agropecuarios, el enfoque de análisis reduccionista será incapaz de explicar su comportamiento. Si no consideramos esta simple afirmación podemos conducir nuestro proceso de conocimiento o investigación a errores graves e inevitablemente a fracasos (Siau, 1993).

2. RECURSIVIDAD

Esta definición indica que todo sistema está compuesto a su vez por otros sistemas menores (subistemas). Además, el sistema en estudio puede ser parte de un sistema mayor y entonces pasa a constituirse también en un subsistema.

3. JERARQUÍA

Un sistema jerárquico es aquel que se encuentra compuesto por otros sistemas (subsistemas) interrelacionados, cada uno de los cuales es a su vez jerárquico respecto a los otros, hasta alcanzar algún nivel inferior de subsistema elemental.
Esta definición implica la idea de niveles, que son ocupados por sistemas (o subsistemas), y donde los de más abajo están contenidos en los de niveles superiores.
Estos dos últimos conceptos son importantes en el campo agropecuario, ya que cualquier estímulo que se inicia en el nivel superior debe necesariamente continuar en el nivel que le sucede (Johansen, 1985). Esto exige considerar las relaciones relevantes que existen entre el sistema de Producción y el entorno que actúa sobre él (Figura 1).
Además, para el estudio de un objeto de interés, debemos considerar las relaciones que se establecen tanto entre sus componentes como entre éstos y los componentes que se ubican en niveles vecinos, superior e inferior. Incluir o considerar elementos, relaciones y eventos que ocurren en niveles jerárquicos lejanos, más bien complejizan el análisis y debilitan el éxito de los objetivos planteados.
Un Sistema es, entonces, un arreglo de componentes físicos unidos o relacionados en forma tal que forma y actúan como una unidad y un todo, y que tiene un objetivo.
Si no consideramos los objetivos, dentro de la definición de nuestro sistema de interés, nos estamos refiriendo más bien a un ensamble (conjunto de elementos relacionados), a partir del cual, en rigor, sólo podemos obtener un resultado descriptivo, perdiendo la posibilidad de lograr con nuestro estudio resultados prescriptivos con aplicación práctica (Aguilar y Cañas, 1991; Aguilar, 1992)
A partir de la definición dada para un sistema genérico, podemos definir a un sistema agropecuario como aquel que tiene a los menos uno de sus componentes u objetivos con dimensión agrícola. Sin duda esta definición es muy amplia, pudiendo abarcar desde circuitos nacionales o continentales de insumos o productos agropecuarios, hasta un micro proceso fisiológico observable en una planta o en un animal.
La amplitud de aplicación de este concepto también se ve expresada en los diferentes niveles de investigación donde se realizan los estudios en sistemas de producción agrícola. Al respecto, Dent (1975) señala que existen 4 grandes niveles donde se han desarrollado las investigaciones en sistemas, a saber:

Nivel 1: Sistemas bioquímicos y físicos.
Nivel 2: Sistemas de plantas y animales.
Nivel 3: Sistemas comerciales de explotaciones.
Nivel 4: Sistemas agrícolas nacionales e internacionales.

En todo sistema es posible distinguir subsistemas (principio de recursividad). Los subsistemas constituyen cada una de las partes de un sistema. Están formados por un conjunto de interrelaciones estructurales y funcionales que los vinculan directamente con el sistema mayor y poseen sus propias características. Es decir, son sistemas más pequeños contenidos en sistemas superiores.
Pero, no todas las partes constituyentes de un sistema pueden ser consideradas y tratadas como subsistemas. Al respecto, Valderas (1988) indica algunas funciones que debieran cumplir las unidades para ser consideradas sistemas o subsistemas. Brevemente, son las siguientes:

1. Función de Producción: Relacionada con el uso de los recursos y su transformación en productos, con la mayor eficiencia posible. Para el caso agropecuario, esta función estará dada, por la producción vegetal, animal y de subproductos agropecuarios.
2. Función de Apoyo: Provee al sistema de los insumos necesarios para el cumplimiento del proceso de producción. Además, exporta los productos al medio con el fin de volver a ingresar los insumos necesarios. Es decir, relaciona al sistema con su medio ambiente.
3. Función de Mantención: Permite que los elementos del sistema permanezcan dentro de él y se comporten dentro de rangos que no amenacen su sobrevivencia.
4. Función de Adaptación: Encargada de que el sistema actúe adecuadamente frente a los continuos cambios provocados por el medio ambiente.
5. Función de Dirección: Encargada de la coordinación de las funciones y de la toma de decisiones, para el cumplimiento de los objetivos propuestos.
La descripción de funciones hecha por Valderas no deja de ser un tanto teórico. No obstante, nos orienta acerca de los roles que le corresponden a los sistemas para ser considerados como tales.
Por otro lado, si afirmamos que un subsistema necesariamente debe ser viable, es decir, tener la capacidad de adaptación y de sobrevivencia en un medio de permanente cambio, el concepto de viabilidad puede ser considerado también como un criterio más para determinar si un elemento es o no un subsistema.

Profundizando esta idea, Beer (1973) señala que un sistema es viable, si cumple con tres características básicas:

1. Ser capaz de auto-organizarse, o sea, mantener su estructura y ser capaz de modificarlas de acuerdo a las necesidades o estímulos.
2. Ser capaz de auto-controlarse, es decir, poder mantener el valor de las variables fundamentales dentro de límites de normalidad para el sistema.
3. Tener un grado de autonomía suficiente, o un cierto grado de libertad e independencia que permita mantener las variables fundamentales.
La determinación de los límites de cada subsistema es compleja. Es difícil aislar los elementos y los aspectos propios del subsistema ya que existe un permanente intercambio y relaciones con el medio externo y con otros subsistemas. Además, muchas de estas interrelaciones son de causa y efecto, con lo que se producen modificaciones en el tiempo.
Sin embargo, es posible usar dos conceptos para la definición territorial de un sistema. Primero, el supersistema que lo contiene y segundo, los subsistemas que lo componen. Esto significa definir al objeto de estudio en relación a su medio y a sus componentes. Esta idea viene a recalcar que, para conocer un sistema productivo, hay que conocer las relaciones con su entorno y su funcionamiento interno.
Otro criterio de ayuda para la definición de los límites la encontramos en el concepto de sinergiaorganización. A través de éste, podemos definir y establecer cuáles son los elementos, subsistemas, factores y relaciones que son posibles de eliminar sin que se afecte, altere o elimine la organización que caracteriza al funcionamiento del sistema examinado (Berdegué, 1984).
No obstante, la definición de los límites requiere siempre de un esfuerzo importante de buen criterio y de conocimiento.
Las relaciones que se producen entre los subsistemas, son esencialmente de intercambio o de transferencia. Al respecto hay que destacar al menos dos tipos de relaciones que se producen en función de los factores que son transferidos. Las primeras son las relaciones de Complementariedad, donde los subsistemas se complementan en el uso de los factores, y las segundas, las relaciones de
Competencia, en la cual los subsistemas compiten por el uso de factores limitantes.
Para el caso de agrosistemas, la definición de los límites y la identificación de las relaciones fundamentales, nos permite identificar y definir las subunidades donde interesa priorizar los esfuerzos de investigación y trabajo. Por otro lado, nos ayuda a identificar las relaciones relevantes que ocurren entre cada componente y determinar cuáles son las que podemos potenciar internamente de manera sinérgica en función de los objetivos propuestos.
Todo sistema esta constituido de estructura, definida por los componentes y el arreglo espacial entre éstos, y función o comportamiento, dada por los flujos que entran y salen del sistema. Johansen (1979), conceptualiza el funcionamiento de un sistema a través de la descripción de elementos o característica que se dan en él.

1. Corrientes de Entrada: Representa la importación de energía al sistema (materiales, recursos financieros, recursos humanos e información).
2. Proceso de Conversión: Representa la transformación de la energía ingresada en energía de producción, en función de los objetivos planteados.
3. Corrientes de Salida: Representa la exportación que el sistema hace, a través de un producto, hacia el medio externo.
4. Comunicación de Retroalimentación: Es la información que indica cuán diferente es la conducta que desarrolla el sistema, respecto a los objetivos propuestos, y que es introducida nuevamente al sistema con el fin de hacer las correcciones necesarias para la consecución de objetivos.
La complejidad de un sistema está determinada por el grado y cantidad de interacciones entre las partes y subsistemas y el grado de variedad de los mismos. Al respecto, podemos afirmar que los sistemas de producción agropecuarios son altamente complejos, dando su alto número de variables participantes en el proceso y sus numerosas inter-relaciones.
Por otra parte, los sistemas agropecuarios, como sistemas ecológicos, no pueden actuar más allá de los límites que les imponen los procesos fisiológicos que ocurren dentro de sus componentes y subsistemas. Estos, a su vez, están limitados por la competencia con otros componentes y por las características del entorno exterior (Hart, 1979; 1990).

A partir de los conceptos revisados es posible afirmar que el comportamiento de las unidades de producción agropecuaria responde a un funcionamiento de carácter sistémico. Esta aseveración la podemos sintetizar en los siguientes enunciados:

1. Las unidades de producción presentan objetivos globales, es decir, objetivos sistémicos.
2. Tiene sinergia y organización.
3. Poseen características recursivas.
4. Tienen jerarquía.
5. Tienen estructura y funcionamiento.
6. Presentan interrelaciones y vinculaciones entre los componentes, los subsistemas, y el sistema global.
7. Tienen permanencia en el tiempo.

Ahora bien, para acercarse a los objetivos definidos para cada unidad productiva, y para que éstos se logren con la mayor economía y eficiencia en relación a los recursos, los modelos de transformación que se propongan deben tratar de cumplir y conjugar algunos atributos sistémicos, características generales que definen la estructura y funcionamiento de cada sistema en particular. Al respecto, Gastó (1979) plantea tres atributos:

1. Balance: Decimos que un sistema está balanceado si sus elementos componentes están presentes en cantidades relativas adecuadas para la consecución de las metas.
Lo que quiere decir este atributo se puede representar en el concepto agroecológico de diversidad estabilidad.
Es decir, para poder tener una mayor estabilidad tanto técnica (productiva, sanitaria) como económica, a nivel predial, es importante, por ejemplo, balancear los componentes animales y cultivos dentro del sistema, y aprovechar así los beneficios recíprocos de sus interrelaciones.
2. Armonía: Indica si un sistema está funcionando en forma sincronizada o no, o, dicho de otra manera, si existe un ritmo adecuado entre los diversos procesos o eventos que se producen en el ámbito de acción predial.
3. Estilo: Señala si el sistema se está desarrollando, o no, en favor de la consecución de los objetivos. Es decir, si su estructura y funcionamiento son tales que hacen factible la materialización del proyecto trazado por el productor.
Por otra parte, se deben considerar, además, atributos del comportamiento del sistema que reflejen su totalidad, tales como la productividad, estabilidad, sustentación y la relación entre éstos.

1. Productividad: representa una medida de la cantidad de producción por unidad de superficie, trabajo invertido o insumos utilizados. Generalmente, es medida en cantidad anual de productos, y representa la eficiencia de uso de los insumos en el proceso de transformación (Conway, 1986).
De esta manera, uno de los objetivos que debiera alcanzar todo proceso de producción es producir el máximo de productos invirtiendo el mínimo de esfuerzo económico y/o energético, lo que en su acepción más general podríamos llamar Eficiencia de un Sistema Productivo, y que representamos por el cuociente que resulta entre los productos (salidas) y los insumos (entradas) que se invierten en un determinado proceso productivo (Toledo, 1987). E = P / I donde: E = eficiencia; P = producto; I = insumo
2. Estabilidad: Es la constancia de la producción agropecuaria bajo las condiciones ambientales, económicas y prácticas de manejo. Al respecto, Harwood (1979) señala que la estabilidad puede ser analizada desde el punto de vista económico y del manejo.
a. Estabilidad de manejo: Relacionada con la posibilidad que tiene el productos de seleccionar aquellas técnicas, prácticas o estrategias agropecuarias que apunten a contribuir a la constancia de la producción global a través del tiempo, tales como rotaciones de cultivos, diversidad de cultivos, incorporación de cultivos adaptados localmente, balance entre producción animal y vegetal, etc.
b. Estabilidad económica: Relacionada con la capacidad que tiene el agricultor de conocer y manejar información económica relacionada en algún punto con su proceso productivo. Señala también la capacidad que tiene el sistema de responder a las variaciones permanentes del mercado, sin deteriorar su nivel de generación de ingresos económicos en períodos determinados.
3. Sustentación: Representa la habilidad de un sistema para mantener su nivel de producción el tiempo, conjugando las características socioeconómica del agricultor y las restricciones ambientales, frente a presiones de estrés (disturbio regular, continuo y permanente) o perturbaciones (disturbio poco frecuente e impredecible). (Conway, 1986).

III. PRINCIPIOS PARA EL DISEÑO Y MANEJO DE SISTEMAS DE PRODUCCION

SUSTENTABLE

Como señaláramos en párrafos anteriores, la concepción de sustentabilidad predial necesita que la unidad agrícola sea considerada como un ecosistema global, en el que la investigación y la producción busquen no solamente resultados en relación a altos rendimientos en cada rubro, sino en optimizar al sistema como a un todo.
En este marco conceptual, se revisarán a continuación los principios y fundamentos agroecológicos aplicables al manejo de agrosistemas que permiten obtener sustentabilidad biológica y viabilidad económica en unidades de producción agropecuaria.

A. Diversificación espacial y temporal.
B. Integración de la producción animal y vegetal.
C. Mantención de altas tasas de reciclaje de desechos animales y vegetales.
D. Optimización del uso del espacio, con un diseño adecuado de la superficie de uso agrícola.

A. DIVERSIFICACION ESPACIAL Y TEMPORAL

Policultivos

La biodiversidad, en su sentido más general, está representada por la interacción que se produce entre todos los organismos vivos: vegetales, animales y microorganismos existentes en un determinado ecosistema. La agricultura moderna, que ocupa del 25-30% de los suelos del mundo, es una de las principales causas de disminución de ella.
Un efecto importante de la agricultura aparece al simplificar la estructura del medio ambiente, reemplazando la diversidad natural por un pequeño número de plantas cultivos y animales domésticos.
Resulta impactante comprobar que no más de 70 especies vegetales cubren o están distribuidas en aproximadamente 1.440 millones de hectáreas de tierra cultivada en todo el planeta. Esto contraste con lo que sucede en un bosque tropical lluvioso, donde podemos encontrar sobre 100 especies de árboles distintos en una hectárea (Myers, 1984).
El resultado final de la simplificación agrícola es que un agrosistema requiere de intervención humana constante. Esto, para reemplazar las funciones reguladoras llevadas a cabo por las poblaciones animales y vegetales que compartían los distintos nichos ecológicos que se dan en un ecosistema diversificado y que desaparecen producto de la simplificación y homogeneización que produce le establecimiento de sistemas agrícolas monoculturales.
En sistemas agrícolas modernos hay evidencia experimental que sugiere que la biodiversidad puede ser utilizada para mejorar el manejo de plagas (Andow, 1991).
El manejo de policultivos requiere del diseño de una combinación espacial y temporal de cultivos en un área. Existen múltiples arreglos posibles de cultivos en una superficie y cada uno genera diferentes efectos sobre las poblaciones vegetales y animales presentes en el área.
Los sistemas de policultivos constituyen unidades diversificadas en el tiempo y en el espacio.
Estas asociaciones normalmente producen una reducción en los problemas generados por insectos.
Un gran cuerpo de literatura cita ejemplos específicos de cultivos que tienen efectos sobre diversas especies de insectos (Altieri y Liebman, 1986). Altieri (1992) revisa cuatro hipótesis ecológicas para explicar la menor carga de poblaciones plaga en asociaciones de especies vegetales múltiples:
La primera de ellas es la de Resistencia asociacional, que establece que los ecosistemas en los cuales las especies de plantas están entremezcladas poseen en conjunto una resistencia a los herbívoros, además de la que cada una de ellas pueda tener individualmente, sugiriendo que aparte de su diversidad taxonómica, los policultivos exhiben una estructura, ambiente químico y microclimas relativamente complejos. Estos factores en mezclas de vegetación trabajan en forma sinérgica para producir una resistencia asociacional al ataque de plagas.
La segunda hipótesis analizada es la de Los enemigos naturales, que predice habrá una mayor abundancia y diversidad de enemigos naturales en policultivos que en monocultivos. Los depredadores tienen a ser polífagos y tienen requerimientos amplios de hábitat. Por ello, en sistemas diversificados, puede esperarse que encuentren una mayor variedad de presas alternativas y micro hábitat. Los monocultivos no proveen de estas condiciones.
La tercera hipótesis, o de Concentración de recursos, propone que las poblaciones de insectos pueden ser influidas directamente por la concentración y/o distribución espacial de sus plantas hospederas. Puede ocurrir un efecto de las especies de plantas asociadas sobre la habilidad del insecto herbívoro para encontrar y utilizar su planta hospedera. Para cualquier especie plaga, la fuerza total del estímulo atractivo la determina la concentración de recursos, y ésta varía con factores interactivos tales como la densidad y estructura espacial de las plantas que la pueden alimentar, y los efectos perturbadores de las plantas no hospederas. Por consiguiente, a un menor concentración de recursos, más difícil será, para el insecto plaga, la localización de una planta sobre la cual actuar.
La última de las hipótesis revisadas es la de La apariencia de las plantas, que establece que la mayoría de los cultivos han derivado de tempranas sucesiones de hierbas que escaparon de los herbívoros en el espacio y en el tiempo. La efectividad de las defensas naturales del cultivo es reducida por los métodos agrícolas actuales ya que los monocultivos hacen a las plantas más aparentes a los herbívoros de lo que fueron sus antecesoras.
En agricultura, la apariencia de una planta de cultivo es aumentada por su asociación cercana con especies relacionadas, por lo que estas plantas en monocultivo están sujetas a condiciones artificiales para las cuales sus defensas químicas y físicas son cualitativamente inadecuadas. La teoría de Fenny (1976), y Rhoades y Cates (1976), citados por Altieri (1992), analiza la clasificación de las plantas en aparentes o predecibles y no aparentes o impredecibles, así como las implicancias de tales divisiones para los cultivos agrícolas en relación a la susceptibilidad frente a las plagas.

Rotación de Cultivos

Una rotación de cultivos es la plantación o siembra sucesiva de diferentes cultivos en la misma superficie.
El comportamiento exitoso de los sistemas orgánicos de producción depende del diseño de rotaciones de cultivos viables, definidos como aquellos que mantienen la fertilidad y contribuyen al control de malezas, pestes y enfermedades. Una rotación debe incorporar en su diseño los siguientes criterios (Soil Asociation, 1989):

•Equilibrar en el tiempo la acumulación de fertilidad, con la extracción que hacen los cultivos.
•Incorporar cultivos de leguminosas.
•Incluir cultivos con diferentes sistemas radiculares.
•Separar en el espacio y/o tiempo los cultivos que presentan susceptibilidades similares a pestes y enfermedades.
•Alternar malezas susceptibles con cultivos supresores de malezas.
•Emplear cultivos para abono verde y de cobertura que permitan minimizar la exposición del suelo al invierno.
•Mantener o incrementar los niveles de materia orgánica del suelo.

La causa de las mejores características físicas del suelo en el que se hacen rotaciones puede ser su aumento de materia orgánica, especialmente en los que integran rastrojos. Esto explicaría, en parte, el aumento en el rendimiento de estos sistemas.
Los cultivos con raíces profundas pueden utilizar nutrientes ubicados profundamente en el perfil del
suelo. En este proceso, las plantas pueden extraer nutrientes hacia la superficie, volviéndolos disponibles para los cultivos de raíces más superficiales.
Diversos estudios indican que en las rotaciones de cultivo se producen en el suelo modificaciones microbiológicas y bioquímicas, y se producen y mantienen mayores niveles de biomasa microbial y actividad enzimática, en relación a suelos manejados con rotaciones culturales limitadas o con monocultivos (Khan, 1970; Dick, 1984; Mc. Gill y col., 1986).
Se han comparado sistemas de rotación con otros sistemas que recibían estiércol o fertilización convencional, encontrándose en las rotaciones mayores cuentas bacterianas (Martinuk y Wagner 1978).
En el caso de hongos, las cuentas han sido generalmente bajas en los sistemas en rotación, comparado con los que recibieron fertilización NPK o estiércol. Se observó, en la rotación de cultivos, un descenso del nivel del género Fusarium. La rotación de cultivos es capaz de soportar mayor biodiversidad, lo que aparentemente lleva a la supresión de este tipo de hongos (Martinuk y Wagner, 1978).
El monocultivo continuado de una especie normalmente lleva a la disminución del nivel de producción, en comparación con la producción de la misma especie en rotación. Esta reducción usualmente no está relacionada con problemas de fertilidad o pestes. Algunos autores sugieren que esta baja se debería al efecto de toxinas de efecto alelopático, derivadas del proceso de descomposición de los residuos vegetales del monocultivo (Breakwell y Turco, 1990).
Existe evidencia creciente de que el "efecto rotacional" se debe a la supresión del efecto deletéreo, provocado por rizobacterias que aumentan su nivel poblacional bajo monocultivos.
Se han encontrado bacterias del género Pseudomona que llevarían a una pérdida del vigor de las plantas debido a una reducción del largo de ls raíces y a un incremento de la susceptibilidad de las plantas a las enfermedades provocadas por hongos (Frecdickson y Elliot, 1985).
En un estudio realizado por Turco y col., 1980, utilizando maíz germinado en distintos suelos, se aislaron 130 tipos de bacterias que fueron probadas en bioensayos para conocer su efecto depresor sobre las raíces de maíz germinado. Aproximadamente el 22% de las bacterias aisladas inhibía el crecimiento de las raíces y, de éstas, el 72% fue aislada de suelo monocultivado continuo. Esto sugiere que el cultivo continuo de una especie en una misma área promueve el desarrollo de bacterias , de efecto depresor.
Dentro de los sistemas de agricultura orgánica, el énfasis sobre el diseño y manejo de la rotación de cultivo pretende evitar el desarrollo de problemas serios de malezas, pestes y enfermedades, tanto dentro de un cultivo como a través del tiempo.
Control de malezas o vegetación espontánea a través del Diseño de Rotaciones
Una correcta rotación de cultivos ha sido tradicionalmente considerada como controladora de malezas.
En los sistemas orgánicos no se busca la erradicación total de malezas. Los productores deberían buscar un equilibrio entre los beneficios de la diversidad ambiental y los niveles de producción que se obtienen en sistemas donde se produce junto a población alta de maleza.
Algunas plantas no cultivadas son beneficiosas, ya que aportan nutrientes y refugio a los controladores naturales de plagas, o actúan como "cultivos trampa" para ellas.
Por ejemplo, es interesante señalar, el comportamiento de los cultivos bajo el efecto de los residuos del sorgo, así como con otros cultivos, tanto como para evitar consecuencias no deseadas como para usarlos en el control de maleza. Observaciones de campo en el Centro de Educación y Tecnología nos han permitido ver que el efecto depresor que se aprecia sobre malezas invernales no se daría en el cultivo de vicia (Vicia atropurpurea) ni en el de alfalfa (Medicago sativa) establecidos temprano en otoño sobre un suelo que en primavera-verano estuvo ocupado por sorgo.

Existen razones diversas para explicar el efecto deletéreo del sorgo e identificar su ubicación dentro de una rotación:

a. Alta utilización de agua y nutrientes.
b. Alta utilización de nutrientes por parte de la biomasa del suelo para procesar los desechos de raíces.
c. Aparición de substancias tóxicas durante la descomposición de los residuos.
d. Secreción de exudados dañinos para los cultivos.

También se ha observado la aparición de ácidos excretados desde los residuos de sorgo como el ac. P-coumarico, Ohidroxibenzoico y Protocatechuico, que probablemente contribuyen a la fitotoxicidad del sorgo (Rao y col, 1990).
Por otra parte, extractos acuosos de trigo, cebada, avena y maíz muestran también diversos grados de toxicidad, pero sus efectos se dan en cortos períodos. Los residuos de las raíces del sorgo presentan efectos tóxicos durante períodos largos de tiempo, tanto en el campo como en el laboratorio (Rao, 1990).
En el caso de rotaciones que incorporan praderas, el período de pastos permite la reducción de la población de malezas. Esto se logra por la competencia y exclusión de ellas por especies forrajeras de mayor vigor a través de la remoción directa de las plantas, por el pastoreo del ganado o por el corte para conservación. De esta manera, se consumen las reservas de las plantas no deseadas disminuyendo la producción y agotando en algunos casos el banco de semillas.
La presión de las malezas tiende a disminuir durante el período de la rotación, por lo que la secuencia de cultivos que se establezca debe contribuir a la estrategia de control de malezas, tanto como sea posible.
Diferentes especies de cultivos compiten o suprimen el crecimiento de malezas en diversos grados.
Entre los cereales esto es viso comúnmente. Por ejemplo, la avena (Avena sativa) tiene una alta competitividad con las malezas en comparación al trigo (Triticum aestivum), por lo que puede ser incluida tardíamente en la secuencia de cultivos.
La observación de que los cultivos orgánicos no sufren con tanta intensidad de plagas y enfermedades se debería a que los niveles de N disponible en suelos manejados orgánicamente no permiten una absorción excesiva de N por la planta. Se ha reportado un aumento en las enfermedades en la medida que se incrementa el N en los cultivos convencionales (Lampkin, 1990). Por otra parte, se ha encontrado una correlación positiva entre la cantidad de N aplicado y el incremento de plagas que atacan los vegetales (Schüler, 1990).

B. INTEGRACION DE LA PRODUCCION ANIMAL Y VEGETAL

Los beneficios de la rotación de cultivos y de la diversificación son más fáciles de alcanzar en las unidades en que la pradera, en particular de leguminosas, y la producción animal, forman parte de la estructura productiva.
En cada rotación orgánica la permanencia de pastos, gramíneas y leguminosas es utilizada para acumular nitrógeno a través de la fijación biológica, lo cual permite soportar los cultivos siguientes.
Un hecho importante es que la fase de recuperación o acumulación de la fertilidad, cuando el sistema de producción es agropecuario, permite hacer viable la rotación.
Cuando la rotación no considera praderas (pastizales) ni animales, la mantención de la fertilidad depende de la incorporación de leguminosas como abonos verdes, manejados con el objetivo de maximizar la acumulación de nitrógeno.

Reciclaje en praderas

El aporte de nitrógeno disponible es un factor que afecta fuertemente la producción de una pradera. Este puede ser derivado del suelo, de las excretas animales, de las plantas leguminosas y de los fertilizantes químicos.
La contribución de N desde el suelo puede variar entre 0 y 250 Kgrs./ha/año, con bajos valores asociados a los suelos arables permanentemente trabajados, y altos valores asociados a las praderas permanentes (Richards, 1977).
El aporte de N que hacen las excretas depende de la carga animal, la que a su vez depende el aporte de N de los fertilizantes y de la estrategia de fertilización. Se han encontrado valores sobre 380 kgs. De N/ha/año (Richards, 1975).
Bajo condiciones de pastoreo, la respuesta a la aplicación de N es afectada por la frecuencia de desfoliación de la pradera, el reciclado de las excretas de los animales en pastoreo y el pisoteo.
Con bajos niveles de fertilización nitrogenada, el pastoreo tiene un mejor nivel de producción de materia seca que con un sistema de corte, sin pastoreo, esto debido al reciclaje de las excretas. Pero, a niveles de fertilización sobre 200 Kg. de N/ha/año, la producción de praderas bajo corte es mayor que bajo pastoreo, (Richards, 1977).
Las vacas en pastoreo retornan a la pradera alrededor del 70% del N, el 66% del P y el 92% del K consumido (Hutton, y col., 1967).
El fósforo del estiércol es de pequeña importancia en el corto plazo, debido a su baja disponibilidad. Sin embargo, es reciclado en alta cantidad con cargas animales altas. (Brockman et al 1970).
Cada tonelada de materia seca remueve aproximadamente 4,4 kg. de fósforo (9 kg. de fosfato).
Sin embargo, sólo debido al reciclaje, la mitad de estos requerimientos debe ser retornada vía fertilizantes en las praderas permanentes (Williams 1980).
En las praderas pastoreadas, la mayor parte del K es retornada con las excretas de los animales. Sin embargo, la distribución espacial puede afectar su disponibilidad (Marsh y Campling, 1970). Normalmente son necesarios 15-40 kg. de k/ha/año para aportar las necesidades de una pradera en relación a este mineral.
Entre un 20-30% de la materia seca consumida diariamente por las vacas en pastoreo es excretada como bostas. Estas deposiciones llegan a cubrir entre 0,45 a 1,10 m2/vaca (Mac Diarmid y Watkin, 1972; Mac Lusky, 1960). El área de hierba rechazada puede variar entre 6 a 12 veces el área de la mancha de fecas, dependiendo de la presión de pastoreo. El área de pradera rechazada puede variar de un 10% a un 45% durante una temporada de pastoreo (March y Campling, 1970; Volton, 1979).
El contenido más probable de nutrientes del estiércol de bovinos en pastoreo por kg. de materia seca es de 20 a 24 grs. de N, 5 a 11 de P y 5 a14 de K, (Holmes, 1980). Sólo el 25% del N alcanza a ser disponible para las plantas en el año de depósito.
El retorno de la orina a la pradera es beneficioso ya que ésta contiene el 70% del N, (6-11 grs./L) y la mayoría del K excretado. El crecimiento de la hierba responde en forma similar a la aplicación de orina que a la aplicación de fertilizantes (Holmes, 1980; During y Naugth, 1961).

C. MANTENCION DE ALTAS TASAS DE RECICLAJE DE DESECHOS ANIMALES Y VEGETALES

La obtención de altas tasas de reciclaje sólo se logrará a través del procesamiento y utilización de los desechos animales y vegetales que permanentemente se acumulan en las unidades de producción agropecuaria y de abonos verdes.

Fertilizantes Orgánicos

Se denomina abono orgánico a toda sustancia de origen animal, vegetal o mixto, que se añade al suelo con el objeto de mejorar sus características físicas, biológicas y químicas (Schoning y Wichmann, 1990). Estos pueden consistir en: residuos de cultivos dejados en el campo después de la cosecha, cultivos para abonos en verde (principalmente leguminoas fijadoras de N), restos orgánicos de la explotación agropecuaria (estiércol, purín), restos orgánicos del procesamiento de productos agrícolas, desechos domésticos, compost preparado con la mezclas de los compuestos mencionados.
Esta clase de abonos no sólo aporta al suelo materiales nutritivos, sino que, además, influyen favorablemente sobre la estructura del suelo. Asimismo, aportan nutrientes a la biología del suelo, favorecen la formación de dióxido de carbono y a la microflora y microfauna en general. Contienen N en cantidades variables. Son fuente de nitrógeno de liberación lenta pero estable (Shoning y Wichmann, 1990).

El Estiércol

El estiércol consiste en excretas de ganado, puras o mezcladas con diferentes tipos de materiales usados como cama. Estos compuestos sufren inicialmente un proceso de fermentación aeróbica, con producción de CO2, NH4 y N elemental. El resultado final es la producción de humus.
Debido a la elevada pérdida de CO2, durante el proceso de fermentación hay una considerable variación del volumen del estiércol.
La composición de los diferentes estiércoles es muy variable y generalmente depende de la dieta que se le suministre al animal

Abonos Verdes

Esta práctica consiste en la incorporación de tejido vegetal verde al suelo. En particular, algunos cultivos de crecimiento rápido como avena, vicia, trébol alejandrino, centeno o arvejas.
Estos abonos significan un gran aporte de materia orgánica al suelo. Los compuestos húmicos resultantes de su descomposición aumentan la capacidad de absorción del suelo y promueven el drenaje, la aireación y la granulación, condiciones importantes para el crecimiento vegetal. Sirven de alimento para los microorganismos del suelo y tiende a estimular marcadamente las transformaciones de las cadenas biológicas. Esa acción bioquímica tiene especial importancia en la producción de bióxido de carbono, amonio, nitritos, nitratos y otros compuestos simples.
Los abonos verdes ejercen una influencia conservadora sobre los elementos nutritivos del suelo, ya que recogen los constituyentes solubles que, de otro modo, se perderían en el agua de drenaje. Por otra parte, los abonos verdes de raíces largas capturan nutrientes en los horizontes inferiores del suelo y los llevan hacia la superficie.
Cuando se incorpora una gramínea como abono verde, el nitrógeno original del suelo vuelve a una forma no orgánica y no hay aumento de su contenido. Cuando se emplea una leguminosa, existe la posibilidad de aumentar el contenido de nitrógeno del suelo en una proporción correspondiente a la fijación simbiótica (Alexander, 1977).
Cuanto más joven es el cultivo y mayor la proporción de agua que contiene, más rápida será la acción de la microbiología del suelo. Por otro lado, la incorporación de un cultivo seco al suelo no dará resultados tan satisfactorios.
En estos abonos verdes, el nivel de lignificación -o la presencia de materiales recalcitrantes- es muy baja, por lo que la tasa de decaimiento de descomposición es rápida y los nutrientes estarán disponibles en un corto plazo.

El Compost

El compost es otra fuente importante de nutrientes. Es el resultado de la fermentación aeróbica de la mezcla de residuos animales y vegetales, desechos agrícolas u otros materiales orgánicos.
Según Lampkin (1990), durante el proceso de fermentación se produce una sucesión de cambios de temperatura y pH. Este proceso puede ser dividido en cuatro fases, conocidas como: mesofilíca, termofílica, enfriamiento y madurez.
Inicialmente, las cepas de microorganismos que están presentes en los desechos orgánicos o en la atmósfera empiezan a descomponer los materiales. La temperatura aumenta.
El pH, por su parte, baja a medida que se producen ácidos orgánicos. Aproximadamente, a los 40°C los microorganismos termofílicos incrementan su actividad. La temperatura aumenta hasta 65°C.
Los hongos empiezan a ser desactivados. Sobre esta temperatura las reacciones son mantenidas por actynomicetes y bacterias formadoras de esporas. En esta fase de alta temperatura, las sustancias de fácil degradación (como azúcares, almidón, grasas y proteínas) son rápidamente consumidas, y el pH empieza a ser alcalino, a medida que se libera amonio de las proteínas.
La tasa de las reacciones empieza a ser más lenta a medida que los materiales más resistentes son atacados. La "pila" de compost entra en su fase de enfriamiento. Los hongos termófilos la reinvanden desde la periferia y empiezan a atacar la celulosa. Más tarde, la "pila" se ve reinvadida por las líneas mesofílicas de microorganismos. Este proceso ocurre en algunas semanas.
Para producir un producto estable de humus (o ácidos húmicos), se requieren reacciones sobre la materia orgánica residual por varios meses. Durante este período hay una intensa competencia por alimento entre las distintas clases de microorganismos. Se produce formación de antibióticos y antagonismo, y la "pila" es invadida por la macrofauna y mesofauna.
Semillas de malezas viables en los desechos vegetales y en el estiércol pueden propagarse en el campo de cultivo. El manejo óptimo de los residuos, por lo tanto, es un punto muy importante a considerar para evitar este efecto. El compostaje, si es llevado a cabo correctamente, puede hacer una importante contribución al control de malezas. En efecto, la actividad de las bacterias aerobias termofílicos responsables del compostaje lleva a un aumento de la temperatura (sobre los 70°C) que puede inactivar las semillas de malezas.
En general, las prácticas de manejo que incrementan los niveles de materia orgánica, o de residuos orgánicos animales o vegetales, aumentan la actividad biológica del suelo.
Al respecto, se señala que la adición de estiércol de corral más la cama animal (famyard), incrementa la actividad de la biomasa microbial (Schnürer y col., 1985; McGill y col., 1986; Rasmussen y col., 1989) y de las enzimas del suelo (Khan, 1970; Verstraete y Voets, 1977; Dick y col., 1988), en relación al suelo que no recibe el mismo tipo de tratamiento. Otros índices que aumenta, en el largo y mediano plazo con la aplicación de enmiendas orgánicas, es el N potencialmente mineralizable y la actividad bioquímica del suelo (Verstraete y Voets, 1977). Dick y col., 1988, establecieron que suelos sometidos a manejo orgánico tenían niveles más altos de úreasa y amidasa, y que la aplicación de N sintético producía una depresión de estas mismas enzimas. El NH4 es el producto final de estas enzimas, y al parecer, tasas altas de aplicación de este compuesto producirían una inhibición en la síntesis bacteriana de ellas. Estas investigaciones indican que las prácticas de manejo que minimicen el aporte de materia orgánica al suelo disminuyen el potencial de la actividad enzimática. Esto parecería afectar la habilidad del suelo para ciclar y proveer nutrientes para el crecimiento de las plantas.
Diversos estudios en plantas sometidas a un aporte de NO3 y NH4 han demostrado que cada uno de ellos produce una respuesta fisiológica diferente dentro de la planta. También la planta responde de manera diferente a una mezcla de estos iones.

D. DISEÑO DEL ESPACIO

Para el diseño de los espacios de la unidad de producción se deben considerar los siguientes criterios:

1. Establecer una estructura permanente de las unidades espaciales y de manejo que la conforman.
Esta estructura tendrá que estar relacionada con la rotación de cultivos posibles de desarrollar en un área determinada. Esta rotación estará influenciada fuertemente por la demanda de los mercados locales, pero, además, por elementos de orden sociocultural. Esto es, la existencia de una agricultura campesina y una agricultura empresarial que tienen distintos modos de pensar.
Se podría pensar que existen tantos diseños como predios y propietarios, y que cada situación estaría determinando expresiones variables de diseño. El punto central es que en la toma de decisiones, para implementar cualquiera de ellos, deberían tenerse en cuenta los elementos que hacen que el manejo de los recursos sea más estable, en relación a su productividad, en el tiempo, y que han sido enumerados a los largo del presente documento.
2. Elección y establecimiento del conjunto de componentes vegetales y animales.
Estos tienen diferentes niveles de permanencia en el sistema. Por ejemplo, los árboles forman parte de la estructura más permanente, y deben definirse inicialmente en términos de ubicación y cantidad. Otros elementos de mayor permanencia son las transformaciones que se le hacen al sistema para darle mayor estabilidad, como curvas de nivel, franjas de contención, sistemas de acumulación de agua, entre otros. Estos requieren de inversiones con las que se debe ser cuidadoso, ya que implican inmovilización de capital y de suelo, al darle un uso permanente que no estará ligado directamente con la producción agrícola, aunque determinará una mayor estabilidad del sistema en el largo plazo (disminución de la erosión, etc.).
Finalmente, el diseño del espacio tendrá dos líneas de limitantes y restricciones: la primera, y la más obvia, deriva de las limitantes agroclimáticas, y la segunda, de las restricciones derivadas de las condiciones socioculturales y económicas del sector o de la región. Esto significa que, a una oferta de tecnología aplicable en un sistema agropecuario, ésta estará acotada a entregar soluciones en un rango establecido por los componentes nombrados anteriormente.

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AUTOEVALUCIÓN tema 2


1. ¿Qué considera usted sobre la visión científica actual?
2. Defina los siguientes términos: Sistema, Ecosistema, Sub-sistema, Agroecosistema, Sinergia, Recursividad, Jerarquía, Limites, Complejidad
3. En acuerdo con tu grupo de estudio caracterice los atributos del espacio o agroecosistema que se utilizara en la práctica.
4. ¿Qué principios se deben considerar para el diseño y manejo del agroecosistema que se utilizara en la practica?. Debe definir cada unos de los términos.
5. ¿Qué criterios se deben considerar para el diseño del agroecosistema?. Si es posible y según la discusión en el grupo de estudio puede definir e incorporar otros criterios.