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miércoles, 12 de mayo de 2010

Que es una Agricultura Sustentable

¿ Qué Es Una Agricultura Sustentable ?



Traducido de:

Gips, T. ¿Qué es agricultura sustentable?. En: Allen, P. y van Dussen, D (eds) Perspectivas globales sobre agroecología y sistemas de agricultura sustentable. Procedimientos de la 6a. Conferencia Científica del POAM, Santa Cruz, California.



Introducción

En tanto que varios sistemas sociales, económicos, políticos y biológicos se han deteriorado, la importancia de la sustentabilidad como una meta fundamental necesaria ha recibido mayor atención en todo el mundo, desde discusiones de cómo crear una sociedad sustentable (Meadows, 1977; Clark, 1977; Coomer, 1981; Brown, 1981) hasta un enfoque de desarrollo sustentable por el Banco Mundial, las Naciones Unidas y otros organismos (Clausen, 1981; Oficina de Asuntos Ambientales del Banco Mundial, 1987). El hilo común es el interés para que estos sistemas tengan éxito y continúen en el corto como en el largo plazo.
De manera similar, la necesidad de una agricultura sustentable ha sido enfatizada en tanto que la contaminación ambiental ha ido en aumento, los riesgos de salud se han incrementado, las prácticas del control de plagas han sufrido tropiezos, las economías rurales se han deteriorado y el hambre se ha expandido. Se han formado muchos grupos para discutir estos temas, incluyendo a la Federación Internacional del Movimiento de Agricultura Orgánica (IFOAM), la cual se fundó en 1972 para promover “métodos agrícolas que sean biológica, económica y socialmente sustentables” (Besson, 1978). El tema de la primera conferencia científica internacional de organización (1977) fue “Hacia una Agricultura Sustentable” :
En 1984, la Universidad del Estado de Michigan, se convirtió en la primera universidad americana con tierras subvencionadas que auspició una conferencia importante sobre agricultura sustentable (IASA, 1984; Edens et al., 1985). “La Sustentabilidad de la Agricultura de California” fue el tema de las cinco audiencias a lo largo de California y de un simposio principal en 1986 auspiciado por la Universidad de California. (O’Keefe, 1986; UCAD, 1986). Esto llevó a la aprobación en 1986 del Acta de Investigación y Educación sobre Agricultura Sustentable, que creó a un coordinador de agricultura sustentable de tiempo completo dentro de la Extensión Cooperativa y aportó fondos para la investigación sobre agricultura sustentable (Johnson, 1986a).
Desde entonces, otros estados abrazaron a la agricultura sustentable. En 1987, Minnesota aprobó la legislación que creaba la primera Cátedra financiada sobre Agricultura Sustentable (en la Universidad de Minnesota). Wisconsin estableció un programa de agricultura sustentable por $2 millones y la Universidad de Iowa creó el Leopold Center por $1.5 millones, para agricultura sustentable (Johnson 1987b).
Las principales organizaciones religiosas, tales como la Conferencia Nacional de Vida Rural Católica (NCRLC) han dedicado publicaciones y programas a la agricultura sustentable (NCRLC, 1987). Finalmente, 27 de los líderes científicos de Norteamérica firmaron el Pesticide Action network el 5 de Junio de 1986 en la Declaración de Ottawa” en apoyo a “los métodos agrícolas sustentables (PAN 1986).
En tanto que el uso del término agricultura sustentable se ha difundido, se ha vuelto importante tener una definición clara. Este documento proporciona una definición ampliamente aceptada de agricultura sustentable, discute sus cuatro componentes esenciales, examina la sustentabilidad de los sistemas tradicionales y convencionales y menciona varios enfoques sustentables.

Definiciones De Agricultura Sustentable

De acuerdo al diccionario Webster, “sustentar” significa “mantener en existencia, proseguir, mantener o prolongar; proveer subsistencia o alimentación para” (Guralnik, 1978). Desafortunadamente, hay pocos términos en otros idiomas que traduzcan plenamente su significado.
Se han proporcionado varias definiciones para lo que constituye una agricultura sustentable, desde un enfoque estrecho sobre producción o economía hasta la incorporación de la cultura y la ecología (UCAD 1986; Douglas 1984; O’Keefe 1986; Altieri 1983; Hill 1985b; Vogtmann 1984; Rodale 1983a). Una de las primeras definiciones fue proporcionada por Fisher (1977) en la conferencia del IFOAM en 1977. Él señaló ocho componentes básicos para la sustentabilidad: el dinamismo sistémico, la armonía con la naturaleza, la diversidad, los recursos renovables, involucramiento personal, nutrición, comunidad y estética. También hizo notar que se podrían agregar implicaciones económicas.
El poeta/agricultor Wendell Berry ha combinado muchas de estas ideas en su definición: “Una agricultura sustentable no agota al suelo ni a la gente” (Jackson 1984). El mismo concepto simple, pero elegante también puede expresarse como: una agricultura sustentable nutre a la gente y a todo el agroecosistema. Douglass (1986) ha tratado a la economía, a la ecología y a la comunidad como tres componentes de una agricultura sustentable.
Muy frecuentemente, la “sustentabilidad” ha sido enfocada sólo como la progresiva capacidad productiva de un sistema (Conway 1986; Geisler 1984). La Agencia Alemana para la Cooperación Técnica (GTZ) ha tratado de crear una “agricultura autosustentable” con el propósito de “establecer una alta y duradera productividad y por lo tanto, conservar o restablecer un ambiente ecológico bien balanceado” (Kotschi 1986).
A través del tiempo, ha surgido una definición que unifica estos elementos diversos en una definición de trabajo ampliamente adoptada y comprensiva: una agricultura sustentable es ecológicamente sana, económicamente viable, socialmente justa y humana (Gips 1984a). Esta definición, que es usada por un número cada vez mayor de investigadores, agricultores, políticos y organizaciones mundiales, establece claramente cuatro metas esenciales o criterios para la sustentabilidad que pueden ser aplicados, tanto en el corto como en el largo plazo, a todos los aspectos de cualquier sistema agrícola, desde la producción y comercialización hasta el procesamiento y consumo. Más que imponer cuáles métodos y cuáles no pueden ser usados, esta definición establece cuatro estándares básicos a través de los cuales las prácticas y condiciones agrícolas ampliamente divergentes pueden ser evaluadas y modificadas, si es necesario para crear sistemas sustentables. El resultado es una agricultura diseñada para durar.
Muchos aspectos de estos conceptos han sido previamente elaborados, como en una editorial de Science en 1978, que buscaba tecnologías “que fuesen económica, social y ecológicamente sanas” (Wittwer 1978). Sin embargo, ha habido necesidad de unificar estas ideas en un concepto único, holístico.
Para dilucidar más tal concepto, podría ser de utilidad para los economistas y para otros, percibir al sistema en términos de un modelo de programación lineal. El modelo buscaría optimizar la sustentabilidad del sistema en general, lo que estaría determinado por el grado en que pudiera satisfacer las cuatro metas mencionadas. Las metas estarían representadas por un mínimo de restricciones que el sistema debería satisfacer para ser sustentable. Una vez que las restricciones mínimas fuesen satisfechas, el sistema buscaría producir la mezcla de las cuatro que rindieran la mayor sustentabilidad. Naturalmente, una medida común de sustentabilidad tendría que ser determinada monetariamente o de otra manera.
Debe hacerse una aclaración acerca de un mal entendido pequeño pero significativo del término “agricultura sustentable”. Se ha hecho la afirmación de que implica sostener “el nivel actual de efectividad agrícola” (Rodale 1983b). Sin embargo, antes que sostener el actual sistema o un nivel estático en un momento dado, una “agricultura sustentable” representa una meta última, sin fin, un proceso continuo cuyo logro medido de sustentabilidad en cualquier punto en particular sea sólo la base para su futuro. La naturaleza no es estática. Es decir, la agricultura sustentable debe ser dinámica, no dormir nunca en sus laureles.

Principios De Una Agricultura Sustentable Solidez Ecológica

El primer criterio para la sustentabilidad es que el sistema sea ecológicamente sólido o “saludable... completo y en buena condición” (Giralnik 1978). Esto se aplica a la vitalidad de todo el agroecosistema, desde humanos y plantas hasta la vida silvestre y organismos terrestre. El naturalista Aldo Leopold (1984) resumió este concepto de manera muy simple: “Algo es correcto cuando tiende a preservar la integridad, estabilidad y belleza de la comunidad biótica. Es incorrecto cuando tiende a hacerlo de otra manera”.
Hay dos componentes necesarios para lograr un agroecosistema integral, saludable. Ambos están basados en procesos biológicos básicos en la naturaleza: autorregulación y eficiencia de recursos (Harwood 1985). Para lograr la autorregulación y la estabilidad resultante, es esencial la diversidad de especies (Ehrlich 1981). Debe darse atención especial para garantizar la salud del suelo, precondición para plantas saludables. La salud del suelo es lograda por prácticas tales como las rotaciones balanceadas de cosechas, siembras de abono, adición de biomasa y rhizobacterias, prácticas adecuadas de cultivos y correcta administración del agua.
También es importante mantener la salud de la flora y fauna circundantes. Una vez más, la diversidad de especies es crítica, como lo son el habitat adecuado, las variedades selectas y el uso de prácticas policulturales. Hill (1985b) ha pugnado por el rediseño de sistemas que sean capaces de resolver internamente sus problemas de plagas, en vez de hacerlo a través de intervenciones externas. Porque “no podemos hacer solamente una cosa” en los sistemas ecológicos debido a su naturaleza interdependiente (Hardin 1969). se prefiere el “concepto intensivo” de control de plagas que utiliza un rango de estrategias seleccionadas cuidadosamente a los enfoques simplistas químico-intensivos que emplean pesticidas no específicos que pueden desordenar todo el agroecosistema.
Una agricultura ecológicamente sólida también debe ser eficiente en recursos para conservar los recursos escasos, evitar la toxicidad del sistema y reducir los costos de insumos. El sistema debe estar basado bioregionalmente y diseñado con ciclos de recursos cerrados o circuitos cerrados, de manera que la energía y los nutrientes sean reciclados y no se pierdan, con énfasis en los recursos renovables que permitan mayor autoconfianza. Un sistema estructurado adecuadamente utiliza óptimamente todos los recursos disponibles, incluyendo abono verde, árboles de leguminosas, plantas perennes, hierbas, abono compuesto y tecnología apropiada tal como molinos de viento, bombas de energía solar y digestores de metano.
Un sistema ecológicamente sano no sólo será capaz de adaptarse, crecer y continuar a perpetuidad, sino que su salud será la base para la salud de todas sus partes, incluyendo a los humanos. El agroecosistema deberá producir plantas florecientes y nutritivas que alimenten a los humanos en todos aspectos: física, mental y espiritualmente.

Viabilidad Económica

La segunda prueba para una agricultura sustentable es que sea económicamente viable, o sea “capaz de echar raíces y crecer” (Guralnik 1978). Una economía viable es aquella que es “factible, con probabilidad de sobrevivir, o que tenga un significado verdadero...” (op. cit.). Por lo tanto una economía tal, debe poder mantenerse por sí misma y crecer tanto a corto como a largo plazo.
Es esencial para esta perspectiva que haya una ganancia neta positiva o por lo menos un balance en términos de recursos gastados y retribuidos. La ganancia debe ser suficiente para garantizar la mano de obra y los costos involucrados. Si hay una fuga de utilidades, el sistema no continuará.
Por supuesto, la manera como se determinen los egresos y los ingresos debe basarse en los valores relativos de quienes los evalúen. Aun más, habrá criterios discrepantes dependiendo del tipo de economía en el que funcione la granja. En una economía de subsistencia, por ejemplo, el agricultor tradicional debe producir alimentos suficientes para satisfacer las necesidades de su familia dentro de una determinada restricción de fuerza laboral y de recursos. Una economía capitalista monetiza todos los insumos y la producción de modo que la viabilidad con frecuencia es medida en términos de utilidad neta sobre el capital invertido. Una economía socialista, generalmente cuantifica todos los recursos utilizados y determina la viabilidad con base en la utilidad neta sobre el uso total de recursos, incluyendo tanto criterios financieros como sociales.
Son esenciales para el entendimiento de la viabilidad económica, los riesgos relativos, el financiamiento adecuado, el grado de explotación y otros factores subjetivos, como la seguridad familiar, la satisfacción personal y la salud. Los modelos economicistas tienden a ignorar los factores cualitativos y sólo valoran aquellos que pueden ser cuantificados.
Finalmente, hay costos adicionales y subsidios, a menudo ocultos, que no se toman en cuenta para determinar la viabilidad económica. Los costos externos, o “externalidades”, generalmente no son considerados en la toma de decisiones porque su determinación es difícil. (Langham 1969). También son ignorados numerosos subsidios que hacen parecer económicamente viable a una práctica agrícola determinada, tal como el uso de un pesticida subsidiado por el gobierno (Repetto 1985), investigación agroquímica, esfuerzos extensionistas, programas de aspersión (van den Bosch 1978), y esquemas de irrigación masiva. Evidentemente, es necesario un nuevo sistema contable para garantizar que las prácticas son en verdad económicamente viables.

Justicia Social

El tercer requisito para una agricultura sustentable es que sea socialmente justa, o “equitativa ... justa o correcta” (Guralnik 1978). Muy sencillamente, el sistema debe garantizar que los recursos y el poder sean distribuidos equitativamente para que todas las necesidades básicas estén satisfechas y garantizados sus derechos.
Este estándar es frecuentemente pasado por alto, a menudo porque una evaluación de poder, privilegio y explotación es considerado un tema incómodo.
Como dijo el Dr. Martin Luther King (1963) “La injusticia en cualquier lugar es una amenaza contra la justicia en todas partes”. Hay dos componentes esenciales de la justicia social: control equitativo de recursos y participación plena. Con respecto a la primera, el acceso a la tierra es necesario para que una mayoría de la población del mundo escape a la pobreza y cultive los alimentos que requiere. Tan importante como la equitativa tenencia de la tierra es la disponibilidad de recursos adecuados para lograr el éxito en este esfuerzo, incluyendo capital, asistencia técnica y oportunidades de mercado. Al mismo tiempo deben ser reconocidos los derechos de los agricultores sin tierra y de los pobres urbanos. Esto requiere salarios justos, el derecho a organizarse, un ambiente de trabajo seguro, condiciones de vida adecuadas y el derecho a alimentos nutritivos y saludables.
El segundo componente esencial de la justicia social es la capacidad de la gente para participar en las decisiones vitales que determinen su vida. Ya sea en el campo o en la casilla de votación, la participación total de toda la gente debe estar garantizada. Este derecho es particularmente importante en el caso de las mujeres, de los indígenas y de otros que han sido históricamente discriminados y excluidos del proceso de toma de decisiones. Además, los trabajadores agrícolas deben tener el derecho de organizarse y el público debe poder participar en las instituciones dominantes de la sociedad.
En algunos casos, deben ser establecidas nuevas estructuras organizativas que permitan una mayor participación. Las cooperativas por ejemplo, están basadas en un conjunto de principios que garantizan el reconocimiento de los derechos básicos incluyendo el voto democrático y la propiedad compartida. No sólo es necesaria una mayor democracia, sino que fundamentalmente, una agricultura sustentable requiere de un cambio a una economía equitativa o democrática (Dird 1986, Lappe 1986, 1987).

Humanidad

El cuarto y último requisito para la sustentabilidad es que sea humana o “que tenga las que se consideran mejores cualidades de la humanidad”: gentil, tierna, caritativa, compasiva, etc. (Guralnik 1978). Más frecuentemente, el término es aplicado a la manera en que tratamos a los animales. Si bien éste es un elemento verdaderamente importante, una agricultura humana debe personificar los más altos valores humanos en todos los aspectos, desde el respeto a la vida hasta la protección de diversas culturas. El Dr. Albert Schweitzer, ganador del Premio Nobel, enfatizaba que “el respeto a la vida” es condición básica para los ideales de la civilización, incluso para su propia vida (Schweitzer 1949). Mientras que los seres humanos evidentemente viven una relación interdependiente con los animales, con demasiada frecuencia, los animales son vistos sólo como objeto de explotación. Una agricultura humana debe estar basada en el respeto fundamental a los animales y el reconocimiento de sus derechos (Regan 1983).
Igualmente importante es que los más altos valores se apliquen también a la interacción de los seres humanos. La dignidad fundamental de todos los seres humanos debe ser reconocida, y tanto las relaciones como las instituciones, deben incorporar valores humanos básicos como confianza, honestidad, respeto, dignidad, cooperación, confianza en sí mismos, compasión y amor. Para que una agricultura sea sustentable, la integridad cultural de su sociedad debe ser preservada y nutrida. Las raíces culturales son tan importantes para la agricultura como las de las plantas. Sin comunidades fuertes y culturas vibrantes, la agricultura no florecerá (Berry 1977).
Pero representar los más altos valores humanos requiere aún más. El poeta agricultor norteamericano Wendell Berry ha dicho “una agricultura que es completa nutre a la persona entera, cuerpo y alma. No vivimos sólo de pan.” (Berry 1985). La música, el arte, la poesía, la literatura y la danza son todas integrantes de tal nutrimento, del mismo modo en que lo es la estética del paisaje agrícola. El agricultor filósofo japonés Masanobu Fukuoka ha compartido una noción relacionada “la meta última de la agricultura no es el cultivo de cosechas sino el cultivo y la perfección de los seres humanos” (Fukuoka 1985b).
Tanto Berry como Fukuoka resaltan que el desarrollo personal en todos aspectos es esencial para una agricultura saludable. Ellos ven a la agricultura no sólo como un trabajo sino como una disciplina personal y un sendero espiritual. Para muchos, hay una conexión sagrada con la tierra o con los altos poderes a través de la agricultura.
La sustentabilidad de la agricultura tradicional y convencional.
Esta sección examina tanto los sistemas agrícolas tradicionales (o de bajos insumos externos) como los convencionales (de insumos externos altos o, industrializados) para evaluar qué tan bien satisfacen éstos, cada uno de los cuatro criterios.

Solidez Ecológica

El examen de los sistemas agrícolas tradicionales muestra que muchos, particularmente aquellos que han permanecido intactos y han escapado a interferencias externas, son ecológicamente sólidos. Tienden a combinar altas especies, diversidad estructural y temporal, ciclos de nutrientes y flujo de energía eficiente y una intrincada complejidad de interacciones biológicas (Gliessman 1984). Estos sistemas son proclives a utilizar variedades resistentes de cultivos
tradicionales, rotación de cultivos, plantíos de mayor densidad, siembras intermedias, tracción animal y control natural de plagas. Además hay beneficios que surgen naturalmente de sus diversos agroecosistemas, muchos de los cuales sólo ahora están comenzando a entender los científicos, tales como los efectos alelopáticos y de fijación de nitrógeno de ciertas plantas (Gliessman 1983).
Sin embargo, aunque hay muchos ejemplos bien documentados de sistemas agrícolas tradicionales que son ecológicamente sólidos, otros se han vuelto insustentables. La decadencia de importantes civilizaciones como la Maya y la Mesopotamica ha sido atribuida a prácticas agrícolas tradicionales destructivas y la devastación está aumentando en muchos países en desarrollo debido a la deforestación, la desertificación, la erosión, la salinización y a la pérdida de germoplasma (Brown 1981). Agregada a tales presiones biológicas está una creciente población que cuando se apareja con una limitada tenencia de la tierra se convierten en restricciones institucionales, que con frecuencia fuerzan el uso de la tierra más allá de su capacidad de resistencia.
Basada sólo en las estadísticas de producción, la situación parece mucho mejor respecto de la agricultura convencional, industrializada o, de altos insumos. La producción se ha expandido incluso por encima de la capacidad de exportación y de almacenamiento. Sin embargo, tales apariencias son engañosas. Enmascaran problemas crecientes de medio ambiente y de salud pública, la resistencia creciente de las plagas, la necesidad de aumentar los insumos debido a la productividad decreciente y a la compactación de los suelos. Evidentemente estos sistemas deben ser transformados para hacerlos ecológicamente sólidos.

Viabilidad Económica

Sin tomar en cuenta el tipo de sistema económico, la granja debe “ser capaz de echar raíces y crecer.” La viabilidad histórica de los sistemas tradicionales es señalada por el hecho de que hay todavía millones de granjas tradicionales que actualmente comprenden a la mayoría de las granjas del mundo. Sin embargo, aunque muchas de estas granjas continúan siendo exitosas, la viabilidad económica de la mayor parte de ellas está siendo tensionada por una variedad de presiones externas e internas que van desde los precios en el mercado mundial de artículos de primera necesidad y las políticas gubernamentales, hasta prácticas agrícolas pobres y la propiedad inequitativa de la tierra. Muchos agricultores del tercer mundo ya no son capaces de sobrevivir y deben dejar sus tierras para mudarse a las atestadas áreas urbanas.
De manera similar, un número creciente de agricultores en países industrializados ha ido a la bancarrota y ha tenido que abandonar la agricultura. Entonces las economías rurales claudican, seguidas por sus comunidades.
Aun más, la celebrada productividad del sistema disfraza enormes subsidios y costos ocultos. En sólo poco tiempo, la agricultura industrializada casi ha extinguido al “capital principal” de la naturaleza por medio del agotamiento de millones de años de energía fósil, la erosión del suelo fértil que requiere de miles de años para formarse y la perdida de invaluable germoplasma con siglos de evolución. Al mismo tiempo, la agricultura convencional se ha endeudado a futuro transmitiendo tremendos costos ambientales y de salud pública. Estos costos incluyen la contaminación del agua, del aire, de los seres humanos, de los peces y de otra vida silvestre con agroquímicos; la sedimentación, el agotamiento de la tierra y la salinización de las reservas acuíferas; el impacto global causado por la pérdida de bosques tropicales y la resistencia bacteriana a los antibióticos.
Por tanto, en un tiempo muy corto, la agricultura convencional ha extinguido gran parte de los recursos no renovables del mundo, amenazando al mismo tiempo con la destrucción de los recursos renovables. Si la agricultura convencional tuviera que responder por todos los costos y subsidios antes mencionados no sería considerada económicamente viable. Sólo puede continuar ocultando sus verdaderos costos y transmitiéndolos a las futuras generaciones.

Justicia Social

Históricamente, los sistemas tradicionales han tenido un patrón mixto de justicia social. Mientras que muchos negaban los derechos básicos de las mujeres, incorporaban algunos aspectos de justicia social, incluyendo la toma de decisiones comunitaria, el trabajo compartido y el acceso a las tierras comunales. Sin embargo, con la incursión de fuerzas externas, el poder fue tomado por corporaciones, gobiernos y élites acaudaladas. El triste resultado es que hoy, en la mayoría de los países del tercer mundo el 80% de la tierra es controlado por sólo el 3% de la población (Church World Services 1985).
La gente pobre raramente es consultada respecto de proyectos de desarrollo importantes y a las mujeres en particular, por lo general, se les niega cualquier papel en la toma de decisiones. Las mujeres reciben solamente el 10% del ingreso mundial y poseen sólo el 1% de la propiedad del mundo a pesar de que trabajan el 66% del total de las horas laborables (Oxfam, USA 1985.
Tanto en los países tradicionales como en los industrializados, los trabajadores agrícolas a menudo son explotados y expuestos a condiciones de trabajo peligrosas y con frecuencia sin derecho a organizarse. Un análisis mayor de la justicia social dentro de la agricultura convencional muestra que en muchos países, la política agrícola nacional está diseñada para eliminar a las pequeñas familias agrícolas mientras que aportan subsidios a grandes corporaciones agrícolas. Los agricultores y los consumidores tienen poca influencia en el establecimiento de políticas de precios o en los comités de agroindustrias.
Evidentemente, la agricultura convencional no satisface el criterio de justicia social para la sustentabilidad.

Humanismo

En muchos aspectos, las cualidades humanas están personificadas en muchas sociedades agrícolas tradicionales e incluso algunas, en países industrializados, tal como la Native American and the Amish. En contraste, la transición a una agricultura convencional ha significado el sacrificio de muchos de estos valores. Los animales han sido sujetos a condiciones inhumanas, en “fábricas agrícolas” como, en las que las gallinas ponedoras yacen hacinadas en pequeñas jaulas alineadas en batería, los terneros se mantienen encerrados en establos individuales y oscuros, alimentados con dietas anémicas y los cerdos confinados en construcciones insalubres y son atiborrados de antibióticos para garantizar una ganancia extra de peso (Mason 1985; Mason and Singer 1980). Mientras que países como en Suiza han prohibido las jaulas alineadas en batería, y han legislado sobre otras reformas, las prácticas inhumanas aún persisten en todo el mundo.
La sustitución creciente del término “agricultura” por el de “agronegocio” refleja un cambio fundamental hacia una economía monetizada en la que todo, incluyendo los seres humanos, le es asignado un determinado valor monetario. Estos “insumos” son considerados sacrificables y reemplazables. En lugar de estimular un sentido de comunidad, tal sistema lleva al incremento de un sentido de competencia, de aislamiento y de alienación. Al colapsarse las sociedades rurales, se pierden sus valores que forman la “columna vertebral” de la sociedad en su conjunto. Sin esa columna vertebral la sociedad no es ni humana si sustentable.
En resumen, el análisis de los cuatro criterios para la sustentabilidad indica que tanto la agricultura tradicional como la convencional, contienen fallas básicas que actualmente las hacen insustentables. Pero ¿ hay una alternativa viable ?

Un Nuevo Fundamento Común : Agricultura Sustentable En Teoría

La agricultura sustentable ofrece la posibilidad de un nuevo fundamento común. Además de su definición que proporciona un conjunto de metas o estándares esenciales, el término agricultura sustentable también es usado como un paraguas bajo el que caven varios y diferentes sistemas y prácticas agrícolas que buscan englobar los criterios en diferentes grados. El concepto no es parcial hacia ningún sistema agrícola en particular. Antes bien, busca garantizar que todos los temas agrícolas satisfagan los cuatro principios básicos de la sustentabilidad. Si un enfoque no satisface uno o más criterios, está disponible un conjunto de pautas positivas para ayudar a hacer los cambios necesarios para la sustentabilidad.
Concebido en este sentido, la agricultura sustentable representa una respuesta positiva a los límites y problemas, tanto de la agricultura tradicional como de la moderna. No es ni un regreso al pasado ni una adoración de la nueva. Más bien es el equilibrio de la nueva y la vieja. Busca tomar los mejores aspectos tanto de la sabiduría tradicional como de los últimos avances científicos. Esto da como resultado agroecosistemas integrados basados en la naturaleza, diseñados para ser autoconfiables, conservadores de recursos y productivos, tanto en el corto como en el largo plazo.

En la Práctica

Hay cuando menos 30.000 agricultores utilizando prácticas sustentables en los Estados Unidos y miles más en otros países. Aunque los sistemas agrícolas sustentables representan menos del 1% de las operaciones agrícolas en la mayoría de los países industrializados, hay una sorprendente diversidad de enfoques (USA. Departamento de Agricultura 1980). Estos sistemas tienen diferentes nombres y sus prácticas aceptadas varían grandemente. Esto es en función de sus singulares historias, ubicaciones geográficas y asociaciones culturales.
Algunos de los nombres más comunes para los sistemas sustentables son : orgánico (U.S. Departamento. de Agricultura 1980; Rodale 1945; Northburn 1940; Oelhaf 1978), biológico (Gips 1984b; Deavin 1977), alternativo (Youngberg 1977, 1986), ecológico (Hill 1979; Stone 1976; Oelhaf 1978; Freeman 1980), eficiente en recursos (Rodale 1983b), de bajos insumos (o de bajos insumos externos (Manintveld 1982) o de bajos recursos (U.S.A Oficina del Congreso para la Evaluación Tecnológica 1986)), natural (Fukuoka 1985a,b), biodinámico (Gips 1984b); Steiner 1958; Koepf 1976), regenerativo (Rodales 1983a,b), y permacultural (Mollison 1978, 1979). Los primeros cuatro hacen énfasis principalmente en la solidez ecológica del sistema aunque sus promotores con frecuencia incorporan los otros principios de la agricultura sustentable. Los sistemas eficientes en recursos y de bajos insumos se enfocan aún más directamente hacia el uso de insumos naturales. Finalmente, quienes proponen los enfoques biodinámico, natural, regenerativo y permacultural , se apoyan más, sino es que en todos, los principios de la agricultura sustentable de una manera holística.
La agricultura sustentable también abarca componentes y conceptos de muchas disciplinas diferentes incluyendo a la agroecología (UCSC Programa de Agroecología 1983; Altieri 1983; Norgaard 1983; Gliessman 1986), investigación de sistemas agrícolas (ILEIA 1985; De Walt 1985), agroforestería (King y Chandler 1978; Nair 1980), y manejo integrado de pesticidas (van den Bosch 1981). Estos sistemas y enfoques son descritos en Breaking the Pesticide Habit (Gips 1987).





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