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Comite InterInstitucional PNF en Agroalimentacion

Ana Bata(IUT APURE)Coordinadora; Ana Cecilia Santiago,(IU BARLOVENTO) Secretaria Ejecutiva. El resto de los miembros son Francisco Javier Velasco(INSTITUTO AGRARIO LATINOAMERICANO); Norberto Fernández(IUT TACHIRA); Ámbar Jaimes(IUT BARINAS); Aquiles Amares( IUT TUCUPITA); Clemirde Franco(IUT CUMANA); Silia Rojas(IUT PORTUGUESA). Administracion del Blog y Colaborador: Prof.: Jose Segnini Jefe del Departamento de Investigacion y Postgrado del Instituto Universitario de Barlovento

miércoles, 21 de abril de 2010

Soberania Agroalimentaria: Arma estrategica de la Revolucion Bolivariana.

Soberania Agroalimentaria: Arma Estrategica de la Revolucion Bolivariana.
MSc. Albano A. Zambrano Q.
Instituto Universitario de Barlovento
I. Introducción

Es innegable la importancia de la producción agrícola para la soberanía real de cualquier país o sociedad ya que constituye el satisfactor por excelencia de la principal necesidad humana: la alimentación; no obstante, dado el grado de diversificación de las actividades económicas y el surgimiento de distintas ocupaciones necesarias para el desarrollo de las sociedades, en los tiempos actuales sólo una minoría de las personas se dedican a la producción agroalimentaria, quedando una gran cantidad de seres humanos dependiendo de los mercados para poder saciar su necesidad alimentaria.

En razón a esto cada día es más imperioso el desarrollo de procedimientos y técnicas efectivas, eficaces y eficientes que permitan acercar los productos agroalimentarios desde las unidades de producción, regularmente en el medio rural, hasta las unidades de consumo en los espacios urbanos, bajo las exigentes condiciones de que se haga en las cantidades necesarias, el lugar solicitado, al momento oportuno, el precio adecuado y según la calidad requerida por los consumidores actuales, pero sin poner en peligro las posibilidades de los consumidores del futuro.

Bajo las anteriores premisas se plantea la articulación de los distintos eslabones de la denominada cadena agroalimentaria, es decir, las funciones de producción, procesamiento, intercambio y consumo, en aras de aportar científica y tecnológicamente a la solución de un problema de expresión sistémica a lo largo de la referida cadena, para satisfacer así las necesidades del pueblo en materia de seguridad y soberanía alimentaria, concebidas como la garantía de producción y abastecimiento alimenticio partiendo de las capacidades, potencialidades socio productivas y patrón de consumo autóctono, como refuerzos a la autodeterminación política, social, económica y cultural de los y las venezolanos.

Otro elemento de significativa importancia en los tiempos actuales para lograr el óptimo abastecimiento agroalimentario, lo constituye la sustentabilidad y sostenibilidad del sistema de producción, que permita que el productor primario se mantenga en sus actividades, que el medio ambiente requerido y utilizado se conserve o sea poco afectado negativamente, lo que es una garantía para la producción y suministro agroalimentario, con base no sólo en las utilidades y/o ganancias que obtengan los productores e intermediarios, sino más bien que satisfaga las necesidades alimenticias en términos nutricionales de las generaciones presentes sin comprometer o arriesgar las del futuro.

En resumen, la producción agroalimentaria con sentido ecológico constituye hoy por hoy el elemento clave para garantizar el funcionamiento de las ciudades con sus empresas, instituciones y familias, pues en la medida en que los ciudadanos tengan asegurado el suministro de alimentos, podrán dedicarse a la realización de otras actividades propias del mundo actual. Así mismo, esta garantía será válida en la medida en que los productores obtengan beneficios razonables de su actividad, que les permita mejorar y mantener su nivel de vida, a la vez de guardar el necesario equilibrio en su interacción con el medio ambiente que le rodea y genera las condiciones productivas.

II. Contexto sociohistórico de lo agroalimentario:

• La agricultura y las necesidades sociales-individuales

En tanto ente biológico y social, el ser humano confronta cotidianamente una serie de requerimientos de vida que se constituyen en necesidades para su desempeño y desarrollo, que al conformarse en limitantes u obstáculos para sus propósitos implican problemas ineludibles a superar. Una de estas necesidades supremas la representa precisamente el problema alimentario, cuyos orígenes datan desde la génesis misma de la humanidad, aunque expresado de diferentes modos según el estadio de desarrollo y/o evolución histórico-social, su estructura política, económica y cultural, en correspondencia con el avance de la ciencia y la tecnología a que los individuos y grupos sociales tengan acceso.

En tanto elemento estructural de las necesidades humanas, en lo individual y colectivo, el problema alimentario sigue teniendo vigencia y se profundiza aún más en los albores del siglo XXI, cuando aspectos colaterales derivados del modelo capitalista mundial y su consecuente explosión demográfica, utilización excesiva y depredadora del medio ambiente, entre otros, generan la mercantilización de la alimentación, el desbalance entre la relación oferta-demanda en función a la capacidad de pago de los consumidores, así como el desgaste y deterioro del medio ambiente, debido a la aplicación de tecnologías agroquímicas artificiales en procura de maximizar la producción-beneficio y minimizar los costes de los dueños de los medios de producción, bajo los criterios de la lógica capitalista que evidentemente orienta la concepción del llamado agronegocio.

Al respecto es oportuno acotar que según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en ingles), “hoy la gran mayoría de la humanidad se alimenta con 150 especies cultivadas; 30 cultivos proporcionan el 95% de nuestra energía alimentaria; de ellas sólo 12 especies de plantas proporcionan más del 70% de la alimentación humana, y apenas cuatro: el arroz, el maíz, el trigo y la patata, abastecen más del 50% de la alimentación humana” (FAO, 2005), lo que evidencia el rol de la actividad agrícola como generadora de los productos que satisfacen la principal necesidad de la humanidad, razón por la cual actualmente se hace referencia al término agroalimentación para abarcar de manera integrada tanto al satisfactor como a la necesidad misma, en un binomio inseparable y de obvia consideración simultánea al intentar abordarlos en la búsqueda de las soluciones que reclama la sociedad a las instituciones responsables de producir conocimiento y desarrollo del talento humano.

De tal manera que garantizar la seguridad alimentaria de un país constituye un verdadero problema no sólo de rango económico y social, sino de máxima preocupación política para los Estados, cuyos gobiernos tienen la obligación de garantizar la soberanía nacional combatiendo la vulnerabilidad del suministro de alimentos y asegurando a sus ciudadanos la disponibilidad de los mismos. Necesario es entonces considerar lo acordado en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación, celebrada en Roma, Italia, el 13 de noviembre de 1996, respecto a que…“existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos a fin de llevar una vida activa y sana.” (FAO, 1996)

En consecuencia, dadas las condiciones de crecimiento demográfico, la profunda de la diversificación de las actividades del mundo contemporáneo, la globalización económica y el avance del capitalismo hacia su fase superior imperialista, la única forma de asegurar soberanamente la disponibilidad nutritiva y sana de los alimentos, la constituye la propia producción nacional de los elementos que constituyen la dieta básica en correspondencia con la cultura gastronómica de los pueblos, sustentada en los gustos y preferencias autóctonas vinculadas a las potencialidades geográficas y medioambientales.

• La agricultura como actividad sociopolítica

Históricamente las conquistas de tierras como elementos de riqueza para las naciones, y de los terratenientes en particular, en función a disponer de tierras de labranza y cría, constituyeron el fundamento de soporte sustancial para los modelos esclavo-feudalista, cuya extensión con fines de acumulación de poder y riqueza constituyen también un elemento clave para el sistema de explotación y dominación capitalista, para el cual el rol de producción alimenticia representa una actividad económica más concebida como el agronegocio, altamente rentable dada la connotación de satisfactor de una necesidad vital.

No obstante, al ser asumido desde una perspectiva humanista, y por ende absolutamente contraria a la lógica del capital, el problema agroalimentario se constituye en un asunto de Estado en tanto y cuanto afecta directamente a la seguridad y soberanía nacionales, a los cuales debe darse soluciones reales en términos de sustentabilidad y sostenibilidad como elementos neurálgicos del desarrollo endógeno y la autodeterminación política, económica, social y cultural de los pueblos, fundamentados en la soberanía científica y tecnológica. En este contexto tanto para el sector agrícola como para el ambiental se han diseñado políticas de Estado, se crean instituciones y leyes contra el latifundio, se norman los procesos de producción, transformación, distribución y consumo de manera inocua y sana, además de fomentar la producción y apoyar al pequeño productor con el propósito de lograr la soberanía alimentaría y tecnológica, hechos que desde 1999 marcan hitos sin precedentes en la política del Estado venezolano, pero que aún en la actualidad implican significativas distancias por recorrer.

Es oportuno destacar que la política agraria del Gobierno Bolivariano no sólo combate al latifundio e incorpora campesinos sin tierras a la producción, sino que ha permitido elevar en aproximadamente un 25% la producción nacional de los siete más importantes rubros alimenticios, como el arroz, el maíz, la caraota, el frijol, carne de cerdo y pollo, huevos de gallina y caña de azúcar, lo que constituyen modestos pero firmes resultados de una política de vocación social orientada fundamentalmente al fortalecimiento de la soberanía alimentaria del país, la democratización de la tierra y la justicia social, cuya meta esencial es la transformación del campo y el rompimiento de la injusta estructura de la propiedad, tenencia y uso de la tierra, vigente en Venezuela desde la época de la colonia, con el rescate de aproximadamente 4 millones de hectáreas sustraídas al latifundio que han sido entregadas a los pequeños productores organizados, que han permitido de este modo incorporar a la producción más de 120 mil familias campesinas (INTI, 2008), que se encontraban marginadas del proceso productivo hasta la llegada de la Revolución Bolivariana.

Sin embargo aún queda mucho por hacer. Necesario es elevar el nivel de conciencia al pueblo y fundamentalmente a las generaciones de relevo, para asimilar la importancia que en la conservación de la libertad de los hombres y mujeres del futuro, implica la posibilidad de ser soberanos agroalimentariamente hablando. Es decir, en cuanto y tanto se logre la independencia de los mercados foráneos y del capital internacional para alimentar de manera sana y segura a la población del país, se podrá hablar de la independencia político-social del mismo y de la autodeterminación de los pueblos para crear su sistema de organización.

• Dimensión socioeconómica de la actividad agrícola

Evidentemente que durante los últimos lustros la globalización financiera y corporativa ha marcado la pauta y se ha apoderado de la totalidad de las relaciones comerciales internacionales, dado que el mercado global que se estructura entre empresas transnacionales, define el rumbo de una acumulación que desarrolla una relación colonial en la explotación de los recursos, redundando todo ello en un estímulo masivo de las importaciones de bienes de consumo y las exportaciones de materias primas con miras "al crecimiento hacia afuera", como rasgo característico del desarrolló exógeno.

En tal sentido, las políticas neoliberales han generado transformaciones en los sistemas de producción y modificaciones importantes en la estructura social del agro latinoamericano y caribeño, de forma tal que los agricultores capitalistas modernizados se han beneficiado, pues tienen acceso a los recursos financieros, tierras, tecnologías y organización, necesarias para asumir el cambio en los sistemas de producción y las posibilidades de acceso a estos nuevos mercados, que dada la globalización del capital, constituyen alianzas internacionales, apátridas y sin el más elemental sentido de pertenecía e identificación con los problemas de sus compatriotas y congéneres.

Del mismo modo y en contraposición al enriquecimiento de una burguesía rural, los campesinos han sido los principales perjudicados debido a que disponen de medios de baja calidad, dificultades de acceso al crédito y al seguro, escasez de tierras apropiadas, carencia de tecnologías adaptadas a su situación así como de información sobre los mercados, planes y programas y los altos costos de transacción agudizada con el pago de fletes y otros servicios, además que la obligada especialización de rubros por regiones, basada en una conveniente zonificación de cultivos, arruina la agricultura familiar campesina y conduce a la erosión de los suelos, lo que en definitiva ha profundizado el abismo social que separa a la agricultura campesina de la agricultura empresarial.

En este mismo orden de ideas, se encuentra el hecho que la agroindustria se abastece de insumos importados a bajos precios lo que ocasiona una competencia desigual con la producción nacional, con presión a la baja de los precios internos y con todo lo que de ello se genera: quiebras, desempleo, dependencia, sometimiento, subordinación, crecimiento del capital financiero, entre otros, dado que los productores agrícolas capitalistas de los países dominantes reciben subsidios agrícolas mayores en promedio a los de los productores en América Latina y el Caribe, mientras que a esta región se le imponen precios deteriorados y la eliminación de subsidios estatales, políticas que indudablemente deprimen a los agricultores nacionales y fortalece la sustitución de de la producción interna por más importaciones, desestimulando y haciendo decrecer significativamente la producción nacional.

Finalmente el monopolio del capital financiero y especulativo con la elevación de las tasas de interés que afectan la tasa de ganancia del capital industrial y agrícola, disminuyen la inversión productiva y afianza el dominio del capital financiero, hecho que regularmente deriva en la quiebra de la pequeña y la mediana industria nacional y en consecuencia de la producción orientada al mercado interno, lo que deprime aún más el empleo y los salarios internos, en virtud de que la producción agrícola así concebida está dirigida al mercado mundial y no al nacional, por lo que nuestros pueblos se ven obligados a satisfacer sus necesidades alimentarias importando productos a precios muy altos y aumentando su dependencia con respecto a los grandes centros del poder económico internacional.

Se trata pues de un neoliberalismo agrario, que actúa apoyado por organismos internacionales, creados y fomentados por la dominación imperial, como es el caso de la organización Mundial del Comercio (OMC), que indefectiblemente cuenta con gobiernos nacionales cómplices y títeres del imperio financiero. Dicho neoliberalismo a través de las grandes empresas transnacionales impulsa una estructura basada en el abastecimiento de semillas, plaguicidas, fertilizantes, solo utilizable para ese tipo de cultivo, o si es el caso, provee los animales de crianza, los alimentos concentrados y los fármacos veterinarios; todo esto viene acompañado de un conjunto de normas y reglamentos de carácter técnico que obligan al productor en el tipo de construcciones que debe hacer, la infraestructura de almacenaje que debe utilizar, los predios que debe cultivar con prioridad, etc. Mientras tanto, el productor asume los costos de asistencia técnica, servicios veterinarios, agua, electricidad y otros. Finalmente la gran empresa evalúa la calidad del producto fija los precios y adquiere la producción, bajo condiciones establecidas por la gran corporación.

Venezuela no escapa a esta situación, ya que históricamente ha sido un país dependiente del sistema capitalista mundial, con una economía rentista y monoproductora. De esta forma, el latifundio, los problemas de tenencia de la tierra, la destrucción de las formas autóctonas de producción y la aplicación de tecnologías no adecuadas entre otros, ha conducido a un decrecimiento del sector agrícola al punto de que en la actualidad alrededor del 80% de los alimentos que consume la población es importado, profundizando la dependencia y subordinación ante las grandes economías mundiales, lo cual atenta contra la soberanía y seguridad alimentaría y la salud del pueblo venezolano.

La crisis alimentaría actual acentuada por las políticas neoliberales mundiales ha puesto en evidencia la realidad de la inseguridad y dependencia alimentarias de nuestros pueblos y en particular de Venezuela. El desarrollo de la agricultura en Venezuela a lo largo del siglo pasado estuvo orientado por los procesos y esquemas que ya hemos descrito, añadiéndose a ello el hecho de, que a pesar de contar con todos los recursos, Venezuela es un importador neto de alimentos. La estructura de nuestro agro está dominada por la gran agroindustria y en ella persiste el latifundio. Nuestros profesionales del agro mayormente se forman y trabajan desconectados de la realidad social y tienen como referencia paradigmas de conocimiento que responden a la racionalidad del capitalismo y a la pretensión de dominar a la naturaleza, acudiéndose para ello a la destrucción de la Pacha Mama mediante el uso indiscriminado, pero rentable en el corto plazo, de los recursos hídricos, edafológicos y culturales.

III. La producción agroalimentaria como estrategia de soberanía bolivariana

Como consecuencia lógica de lo antes referido, no se trata sólo de garantizar la disponibilidad de alimentos en términos cuantitativos para el corto y mediano plazos, atendiendo a coyunturas económicas. Es menester dar respuestas estructurales en lo cualitativo-nutricional y en correspondencia con la necesidad de preservar el medioambiente para las generaciones futuras, lo que implica una transformación profunda de la concepción agroalimentaria para la producción de alimentos sanos, accesibles a todos los consumidores y con el mínimo impacto nocivo sobre el ecosistema y la biodiversidad, es decir, asumiendo un enfoque agroecológico, integral e integrador que respete y fomente el necesario equilibrio naturaleza-sociedad.

Es necesario construir la transferencia entre el ciudadano-consumidor, el productor, el trabajador rural que transforma la producción y los trabajadores que distribuyen los productos. Edificar confianza y transparencia, ida y vuelta en la cadena alimentaria. También es esencial garantizar seguridad en la calidad y en la sanidad de los productos. La calidad y la sanidad pueden objetivarse institucionalizando medidas discutidas y acordadas con los productores, trabajadores rurales y consumidores legitimando las referencias consensuadas y aceptadas como son: los certificados de conformidad, las denominaciones de origen, certificaciones sanitarias por organismos debidamente autorizados y las patentes agrícolas reconocidas, entre otros.

Los pueblos que hoy por hoy se resisten al dominio transnacional agroindustrial, luchan por otros estilos de vida que tengan a la defensa de la naturaleza y la cultura como máxima prioridad, ámbito de acción sociopolítica en el cual se inscribe la agroecología en tanto propuesta de una producción ecológica, que defiende la economía y la identidad campesina ante el avasallante mercado mundial capitalista y se combina con el derecho a la soberanía alimentaria y a una alimentación sana, nutritiva, suficiente y libre de contaminación por el uso de agrotóxicos y otras sustancias nocivas, enfrentándose a las propuestas, decisiones e iniciativas de las grandes corporaciones globalizadas, que imponen la alimentación industrial basada en un consumo altamente estandarizado, con las mismas propiedades gustativas en cualquier parte del planeta, en una vulneración de la seguridad en la calidad alimenticia.

• Agroecología: satisfacción de las necesidades en armonía con el ambiente

La agroecología integra el estudio de los agroecosistemas considerados como el resultado de un proceso de interacción permanente entre lo social y lo natural con una forma de producir alimentos que está en sintonía con los procesos ecológicos, coopera con la naturaleza y no actúa contra ella, utiliza tecnologías apropiadas y prácticas protectoras del ecosistema, y se nutre de saberes ancestrales, populares y colectivos, enraizados en comunidades y pueblos indígenas, lo cual tiene plena vigencia y pertinencia en el marco de los cambios sociales, económicos y políticos iniciados en Venezuela a partir del año 1999, plasmados tanto en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, como en el Plan de Desarrollo Económico de la Nación 2000-2007 y el Plan Socialista 2007-2013, que orientan el impulso del desarrollo endógeno sustentable en el tránsito hacia el socialismo y establece la promoción de la agricultura sustentable como estrategia del desarrollo rural integral que garantiza la soberanía y la seguridad alimentaria de la nación.

Los verdaderos agricultores que son los campesinos tratan a la naturaleza con el mayor respeto, trabajan con los dones que la naturaleza nos ofrece a condición de conservarlos y preservarlos para las futuras generaciones; no puede haber propiedad privada o cualquier otro tipo de apropiación sobre lo que pertenece a todos como bien público. Los auténticos campesinos, son unos economistas domésticos, saben evaluar los factores de producción cuando son abundantes y renovables y utilizan con austeridad aquellos elementos que son escasos y no renovables.

La agricultura campesina y por ende la agroecología, descansa en la práctica solidaria, un ejercicio indispensable para que las comunidades, las regiones y los pueblos puedan construir su seguridad alimentaria y al mismo tiempo proporcionar al Estado una base sólida para que, a través de políticas coherentes pueda proteger la agricultura y garantizar la soberanía alimentaria.

Por último, debe tenerse en cuenta la importancia de pensar en términos de tiempos largos y con dimensiones universales, pensar la agricultura campesina las labores de faenas rurales en dimensiones: social, económica y ecológica; principios y dimensiones nos dan una concepción integral y universal del campesinado, el sujeto inicial, de confrontación con el capitalismo globalizado que pone en peligro nuestra soberanía alimentaria y la salud colectiva de los pueblos. Sería redundante referir la importancia de los centros universitarios en estas tareas de sembrar “ciencia con conciencia”.

IV. Marco jurídico agroalimentario de la Revolución Bolivariana

Imposible concebir un proceso revolucionario integral sin la conformación de un marco jurídico regulatorio en los diferentes aspectos de la vida nacional. En el caso concreto de lo agroalimentario en su nueva concepción social y en su ámbito ecologista, tiene sólidos fundamentos en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, fundamentalmente en su artículo 305, reforzada además por varias leyes, entre las cuales figuran:

• Ley de Tierras y Desarrollo Rural,
• Ley de Pesca,
• Ley Orgánica del Ambiente,
• Leyes de Financiamiento Agrícola
• Ley de Asociaciones y Cooperativas.
• Ley Orgánica de Seguridad y Soberanía Alimentaria,
• Ley de Salud Agrícola Integral,
• Ley de crédito para el sector agrario, Ley del Banco Agrícola y la
• Ley de Beneficios y facilidades de pago para las Deudas Agrícolas y Rubros Estratégicos para la Seguridad y Soberanía Alimentaria.

Asimismo el tema de la seguridad y soberanía alimentaria está en sintonía con un conjunto de políticas, planes y programas que viene desarrollando el gobierno nacional, destacando el Plan nacional de Desarrollo Económico y Social 2007-2013, Primer Plan Socialista, en cuya Línea IV: Modelo Productivo Socialista se hace referencia :

“En lo referente a la producción de alimentos, la base de la garantía de la seguridad alimentaria será el desarrollo rural integral cuyo alcance trasciende la actividad productiva agrícola, uno de cuyos componentes es la producción de alimentos. No se restringe a lo alimentario, Vegetal, Animal, forestal y Pesquero

Necesario es hacer referencia además a los revolucionarios programas como “Todas las manos a la siembra”, actualmente convertido en línea de trabajo de la educación venezolana en todos los niveles; la Misión “Vuelvan Caras” y posteriormente la Misión “Ché Guevara”, así como con las orientaciones que en materia de desarrollo social y organización del Poder Popular se inscriben en nuestras políticas públicas actuales.

Bibliografía

Asamblea Nacional. (1999). Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Caracas, Venezuela.

Castellanos, María E. (2001). Políticas y Estrategias para el Desarrollo de la Educación Superior en Venezuela. Caracas, Venezuela. Ministerio de Educación, Cultura y Deportes. 67 p.

Instituto Universitario de Barlovento. (2001). Proyecto de Diseño Curricular de la carrera Tecnología de Producción Agroalimentaria. Higuerote, Venezuela. 135 p.

Lanz R., Carlos. (2004). El Desarrollo Endógeno y la Misión “Vuelvan Caras”. Ministerio de Educación Superior. Caracas, Venezuela. 49 p.

Ministerio del Poder Popular para la Educación Superior. (2009). Diseño curricular del Programa Nacional de Formación en Agroalimentación. Caracas, Venezuela.

FAO. (1996). Cumbre para la tierra. [Online] (Consulta: 20 de febrero de 2010). Disponible en: http://www.un.org/spanish/conferences/cumbre&5.htm

FAO. (2004). El estado de los mercados de productos básicos agrícolas (soco) 2004... Online] (Consulta: 20 de febrero de 2010). Disponible en: http://www.fao.org/docrep/007/y5419s/y5419s03.htm

FAO. (2008). Estadísticas del PESA. [Online] (Consulta: 20 de febrero de 2010). Disponible en: http://www.fao.org/countries/es/

UNESCO. (1998). Declaración Mundial sobre la Educación Superior en el siglo XXI: Visión y Acción, y Marco de acción prioritaria para el cambio y el desarrollo de la Educación Superior. [Online] (Consulta: 20 de febrero de 2010). Disponible en: http://www.education.unesco.org/educprog/wche/presentation.htm



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